«La gente buena no se entierra, se siembra», dice Pedro Capó en su canción Fiesta de despedida. «Cuando me vaya, no me lloren, no quiero flores», dice en otro momento. Javi se nos ha ido. Y ni si llora ni se entierra: permanece para siempre entre los que le hemos disfrutado y los que más le han querido. A Ada, Pau, y a su Mari. Me decía su padre Javi que se hubiera cambiado por él con los ojos cerrados. Y sus ojos se han cerrado. Y Javi, como dice Capó, se merece la siesta y la fiesta y que no le lloren, le recuerden alegre. Él nos querría a nosotros así, divertidos y joviales, aunque seguro que entiende que estemos tristes con su marcha. Buena ruta, Javi.
Salíamos tristes del Tanatorio de decir adiós a nuestro Javi, al amigo de la sonrisa permanente. Nunca se le veía ni enfadado ni triste. Ni cuando la lógica de #elPutoECM le hacía perder el tren mucho antes de llegar a destino. Daba igual, llegaba y siempre una broma, una coña… y una sonrisa. Lo único que me sabe mal es que esa puta enfermedad le quitó la sonrisa de cuajo, de golpe. Nos quitó a Javi en poco tiempo. Lo tiró de la bici, aunque siempre soñaba con volver a subirse, siempre aspiraba a volver, a quedar a las ocho o a las siete y media, a sufrir en el pelotón y a divertirnos en los almuerzos. La verdad es que se zampaba unos bocatas que asustaba. Nadie podía saber cómo un tipo tan menudo podía meterse entre pecho y espalda semejantes bocatas, y encima mantenerse en buen estado físico. Seguro que su carácter alegre tenía mucho que ver. Él y su coca cola. Y esa facilidad que tenía para salir en todas las fotos riendo, aunque a veces tuviera que ponerse de puntillas para que no le taparan.
Javi, con quien compartía el placer de hablar de nuestras hijas, compañeras durante todo el colegio, vivió el deporte como nadie, respiraba pólvora, era familiar (su Mari), alegre, divertido, y muy amigo de los que tenía cerca. Podías verlo almorzando con los compañeros de taller, con el ECM o con su padre, y era lo mismo; guasa, alegría, anécdotas del tipo travieso y jovial que siempre fue. Con la bici de montaña, con la de carretera, jugando a pelota con su hijo. El deporte era parte de su vida, y una parte de ese deporte y de esa vida, la pasó con el ECM que al completo le echa de menos. La noticia de su adiós ha sido, no por esperada, triste para nosotros. Ha corrido por nuestro grupo como la pólvora, la que él hacía explotar en cada fiesta, en las fallas. De la fiesta, llegó Mari. Y de la fiesta y de Marí, llegaron Ada y Pau, sus hijos. Y con Ada, una rubia de pelo acaracolado, sabidilla y jovial, como su padre, me pasé horas y horas de parque e interminables cumpleaños de infancia. Ada, con fortaleza, sabe lo que su padre ha sufrido pero también lo que ha luchado en los ochos meses desde que supo que su cuerpo le había jugado una mala pasada.
«La gente buena no se entierra, se siembra», dice la canción. Javi siempre estará en nuestra ruta, en nuestro camino y en nuestros comentarios. En la carretera, en el almuerzo, en las cervezas, en los piques, en las bromas, en los puertos, en las subidas y las bajadas, en los rajes, en los momentos de agonía en que no puedes y te quedas…. En la filosofía de este grupo de amigos enamorados con este deporte que madrugan para sufrir y gozar al mismo tiempo. Javi, siempre con el culo pegado al reloj, y la hora justa. «Y Javi, no ha venido todavía? Pues que venga ya o apriete», es siempre la máxima para el tardón de parte del que siempre tiene prisa (no hace falta decir quién es, no?). Hoy te puedes dormir tranquilo, amigo. En el pelotón del ECM siempre tendrás un sitio guardado.