La determinación es una de las cualidades, en la vida en general y en el deporte de alto rendimiento en particular, que más cotizan en la actualidad. La determinación de José Campaña. Nunca se esconde, aunque su presencia es a veces desesperante y casi siempre con apariencia de cansina. La determinación, por ejemplo, de Pablo Martínez, que en Mestalla tuvo la osadía de coger el cuero para lanzar a balón parado cuando Bardhi y Campaña estaban out. La de Gonzalo Melero en ese mismo partido: sin titubear, cogió la pelota, asumió la responsabilidad de lanzar el penalti que le dio un punto. Era el último minuto. O gol, o derrota. O la de Aitor Fernández, mostrando confianza tras forzar un penalti en Valladolid que le pudo costar la derrota en Zorrilla.
La capacidad de decisión depende de la confianza, no hay duda. La autoestima también incide en la determinación. Pero, a veces, esa determinación, deja de ser osadía y se convierte en algo parecido a la soberbia. Ojo. Y en el deporte profesional, la linea entre una y otra es muy fina. Más allá de asuntos de vestuario, la determinación es bien acogida, la grandilocuencia del que reclama todos los focos para él, un problema. En el Levante, por lo que sé, no es el caso. Al menos, no a un nivel que desestabilice.
La determinación de grupo…
Vamos donde la gente granota ha puesto el foco tras el insulso empate de Valladolid. A veces, es fácil confundir la apatía con el cansancio. De hecho, la apatía puede ser un síntoma del segundo, sin duda. Cuando las piernas no van, todo se hace menos brillante, a un ritmo más bajo. Por eso, la calidad suele refugiar y disimular la debilidad física. Si dependo de mi físico para brillar (hablamos de un lateral, por ejemplo), los partidos de perfil bajo por acumulación, cansancio o escasa motivación, delatan al que se escaquea. En la bici, decimos ‘guardar’, dosificar. Esfuerzo de más que hagas, la carretera te lo hace pagar . En el fútbol al máximo nivel, intuyo que también. Y la acumulación de esfuerzos es el maldecap principal de preparadores físicos y, por extensión, entrenadores. Asimilar la fatiga es la clave del rendimiento, y por ello todos los esfuerzos ilegítimos (doping) han ido a reducir o eliminar la fatiga, ante esfuerzos continuados. O, lo que es lo mismo, facilitar la rápida recuperación.
Determinación y cantera
Determinación también la hay en las apuestas atrevidas. Jorge Valdano apostó por Raúl, Josep Guardiola por Busquets y Javi Calleja por Pau Torres, entre muchos ejemplos. Signo de confianza pero también termómetro y prueba de buen funcionamiento de la Escuela. Paco López, que llegó al primer equipo del filial, ha optado más por un canterano importado (Borja Mayoral) que por cualquiera de los que tuvo o hay en el filial, algunos (dicen) con tan buena pinta como Alex Cantero, más joven, o Joan Monterde, más experto. Sólo son ejemplos. No conozco al detalle la cantera. La conclusión es: o no se apuesta o no funciona. Conozco algo a Paco, y sé que sabe ver el talento y no duda en dar una oportunidad. Dicho esto, sólo me queda pensar: la escuela existe. Pero ni está (gestión) ni se la espera (se tiene fe). Al menos, eso dicen los datos. Cierto que, como decía ayer Jagoba Arrasate, lo de dar ‘una oportunidad’ a la gente joven está bien, pero siempre que se haga con sentido de continuidad. Pero, el problema es cuando no se mira abajo o, si se hace, se mira por mirar.
Querer crear en Natzaret una nueva Ciudad Deportiva está bien. Elaborar, crear y redactar un gran proyecto de escuela y cantera es un obligación para un club como el Levante. Si nos fijamos en el continente y nos olvidamos del contenido, vendemos humo y, además, no hacemos un marketing de calidad. La realidad, hoy y visto lo visto, es que la escuela sirve para rellenar huecos y completar listas. Para mí, esa conclusión es muy triste. Si alguien es capaz de demostrarme lo contrario, estaré encantado de escucharlo y creerlo. Nada de verdades absolutas.