Los Dolomitas son un coloso, pero son la suma de muchos esfuerzos. Desde que sales de Bérgamo, y te acercas a Bormio, te atrapa la violencia del paisaje, la altura desmesurada que provoca romper por los valles, bañado en su inicio por la calma y la pausa del Lago de Como. Llegando a Bormio, desde Tirano, desde la misma carretera, ya ves a la primeros ciclistas, cada cual persigue su reto. El Stelvio nos enseñará que los Dolomitas existen para ser conquistados, para se retados. Y sus carreteras, sus enormes porcentajes de subida, su longitud desmesurada es una invitación a ser seducidos, conquistados con aire de heroicidad.
Eso sentí subiendo Gavia (por Bormio), Mortirolo (por la vertiente de la curva del malogrado Pantani), y el Stelvio, el puerto más alto de Europa, por sus tres lados (dos en relidad), la subida que te exige fortaleza, paciencia, temple, habilidad, superación y te añade un gran aporte de endorfinas y, como consecuencia, felicidad. Seguramente la misma del que acaba un maratón, un súper trail o un ironman. Poner tu cuerpo a prueba, buscar tus límites. Cada sábado, nuestro ECM sube su pequeño Stelvio, rivaliza con la diversión de poner a pruebo al rival, el amigo triturado al final con las cervezas y sana con la felicidad de jugar a ser ciclistas, a emular al Van Aert de turno, y a esperar la próxima salida
Pero subiendo el Gavia y el Stelvio, uno no sólo emula al ciclista sino que reproduce sus gestas en el lugar donde ocurren: en las curvas de herradura, en las interminables rectas de porcentajes inhumanos, en la descensos infinitos. Por esas carreteras han corrido los grandes del ciclismo. Y por esas carreteras los muertos, como dice Pepe, nos sentimos inmortales, estrellas por un día y un poco héroes. Al ECM no le va eso de lo importante es llegar o participar, sino que buscamos que a cada uno no nos quede nada, y nos duelan hasta las pestañas sábado sí y sábado también. En Dolomitas, el ECM (por desgracia no todos pudimos estar) estuvimos, fuimos y combatimos como siempre, pero llegar arriba no estaba en duda. Disfrutar del dolor en el camino, tampoco. La última subida a Stelvio, la mítica, la de la pared infinita, zigzagueada por turnati descontadas hasta la cima ha sido, no sólo lo más duro y más largo que he subido jamás, sino también lo más imborrable, el recuerdo que te lleva a volver. Porque los Dolomitas enganchan, son adictivos, proporcionan un placer masoquista inexplicable.
Hablando, comentando, cada uno de los que fuimos nos trajimos algo. Con Roque, subimos, mano a mano, Gavia y Mortirolo, con esa habilidad y gusto suyo por los puertos, la habilidad para orientarse y su enorme capacidad para entablar relación con la gente. Don de gentes. En la bici, incansable y insaciable. Stelvio desde Pratto, su hazaña. Gavia.»Molt tenen que ser els altres perquè m’agraden més que el Gavia», em va dir el primer dia. I crec que no ha canviat d’opinió. Y además, vimos a Annemiek Van Vleuten
A Pepe, no le hace falta decir, se le ve. Pasa por negar su clase, pero sube y sufre todo lo que sabe y más. Si canta (Cuando el español canta…, suele decir), disfruta. Roque le acopla y le guía cuando la pendiente te mina. Los Dolomitas de Pepe fueron ascensos de a quien la escalada su cuerpo (como a mi) no le beneficia… Pero sin duda Pepe fue bajar, descensos míticos con los que todos disfrutamos. Pero sobre todo, Pepe es buen rollo y muchas risas. Acompañado de una cerveza, es todo cachondeo. Vamooos Pepe… «Si estoy muerto…» Y así siempre. Pepe es Pepe.
Pastera es la experiencia, la elección de la superación, del que lleva en el adn el gol que, en la bici,es la estrategia del que acostumbra al triunfo a la corta. Cada pequeña victoria es una conquista. El coloso Stelvio fue la gran final, el partido con hydratation pause más largo, el más exigente. Su capacidad de sufrir fue proporcional a los 26 km de ascensión, tan dura como encoratjadora. Las fuentes fueron pausas para saciar la sed y esconder las ranpas del sobre esguerzo. Como todos, disfrutamos del descenso. Y Pastera hace de la habilidad virtud y saca el máximo rendimiento a sus fortalezas. Stelvio dejó secuelas pero alimentó su competitividad, alimentada desde siempre.
Y el roxi vive en su hábitat natural. Los Dolomitas son su casa. Si fuera italiano, haría de Bormio su casa. Así, normal que,no soló pretenda volver, sino que sueñe con un motor home con presencia permanente en los colosos que reinan los Dolomitas camino de los Alpes. Subir es casi una necesidad de su cuerpo escuálido, nacido para escalar al que une una hijoputed necesaria que le da una capacidad ganadora, a veces incluso mayot que su reconocible clase. Tormento is storm. Como dice Barón Rojo: no ver, no hablar, no oir…
CAROLINA
Y ese fue el punto de conexión, el Canina dolomitico donde la reunión nos lleva a la risa y a la expresión máxima de a endorfia. La risa, el pique y el relax se convierten en el recuperador de una nueva ruta. Con la bajada del Stelvio, la misma ruta que marcó el ascenso de primera hora. Dolomitas marca un antes y un después en el ECM, esperando que esta aventura anual sea más y mejor.
CI VEDIAMO…