La reciente ‘amputación’ de la LFP a la entrada de la gran mayoría de radios a los campos con la excusa del Covid_19, otro error del negocio del fútbol, que se aleja de sus orígenes.
Me crié con Héctor del Mar, con aquellos cantos de goles eternos. Crecí con Gaspar Rosety, para mi gusto, el mejor narrador que he escuchado, un referente, como lo es Javier Ares en el mundo de la bici. Luego han ido sucediéndose muchos. Fue la razón primaria por la que me metí en este mundo, aunque luego mi trayectoria haya ido por casi todos los medios. A la radio llegué no hace mucho. Recuerdo que las transmisiones gozaban de realidad espacio-temporal en mi cabeza. Escuchar una jugada, un gol y ponerle imagen en tu cabeza… y corroborarla después con la imagen del resumen del partido. Esperabas con expectación el papel de calco para corroborar aquel sonido con aquella imagen: desde el gesto técnico del jugador hasta la celebración. Todo era detalladamente cantado por el narrador en el campo y plasmado por mi imaginación en mi cabeza. Brutal.
Y entre toda esa pasión por el fútbol de voz sin imagen, mi pequeño granito de arena de aportación a la causa narrando en tele, pero también en radio. La radio, como dice mi amigo Manolo Montalt, es pasión. Y La Liga está intentando bajar la voz de la radio (igual que la imagen de los fotógrafos, que también han visto mermada su libertad para trabajar y, por tanto, su propio trabajo). La entrada reducida de periodistas a los campos de fútbol así parece barruntarlo. Apagar la voz apasionada del periodista más cercano al aficionado, es un error, uno más que aleja a los consumidores de los actores. El narrador necesita el escenario para contextualizar su discurso, para ofrecer el sentimiento, para corroborar el discurso. Ahora, está condenado (si sobrevive), a poner voz desde un estudio, con la visión sesgada de una imagen de televisión y sin la fuerza del ambiente, aunque sea sin público.
No por avisado, deja de sorprenderme. Hay quien dice que esta es una decisión programada con malicia desde hace tiempo por La Liga de Tebas, que ha encontrado en el Covid_19 su excusa perfecta. Los clubes asienten, a pesar de que la mayoría de clubes ven como su actualidad queda reducida a la de teloneros de los grandes, colaborando con bajar la voz de los que amplifican su discurso y mantienen el hilo con sus aficionados. De locos. Al fin y al cabo, la venta colegiada de derechos audiovisuales permite a los clubes su supervivencia. Por eso, ese recelo en volver a jugar este año, no sólo en España sino en toda Europa. Salvar el fútbol, salvar el pastel y repartirlo. Pero claro, cuantos menos estemos en la fiesta, más nos toca a cada uno. De cajón.
«Los clubes asienten, a pesar de que la mayoría de clubes ven como su actualidad queda reducida a la de teloneros de los grandes, colaborando con bajar la voz de los que amplifican su discurso y mantienen el hilo con sus aficionados. De locos»
Las radios locales, en definitiva, la prensa local es la gran vertebredora de esta gran pasión que es el fútbol. Vale que es un negocio, caro y hiperinflacionado, pero el gran consumidor del fútbol no es el que ve los partidos el domingo en la tele, sino aquél que los ve, los escucha por la radio y lo sigue por las redes sociales. Y todos son necesarios, sino queremos que los campos se vacíen, no por el virus de la corona, sino por el virus de la avaricia. Bien haría la liga (vale también para la ACB) de agilizar medidas para universalizar el fútbol. A ver si, como pasa con las compañías eléctricas o de telefonía móvil, cuidamos más al cliente nuevo (un neocelandés, freaky de Liverpool y consumidor de la liga española) que al cliente fidelizado, un vecino de Patraix, que deja de dormir cada vez que su equipo le da un disgusto. Y, luego, cuando queramos reaccionar, lo hagamos tarde.
El daño ésta hecho
Escuchar el fútbol coral de la radio ofrece aire fresco en el bunker en el que clubes y futbolistas se han instalado, cada vez más alejados de la vida real y de muchos de los que los idolatran, los aficionados. Dar voz a la radio más cercana es, además, dar oxígeno a muchos compañeros que, con mucho esfuerzo y dificultades, pueden seguir viviendo sin abandonar una profesión que se nos cae a trozos. Pero ellos sabrán, si quieren que el silencio de los campos cerrados al público se extienda más allá de lo pandémico. El daño ya está hecho: la estocada es profunda en la profesión, y como ha pasado en casi todos los ámbitos en esta pandemia, los más débiles son los que más están y van a sufrir. Ánimo compañeros