El Puto ECM

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Hace tiempo que me preguntan. ¿Qué es eso de #elPutoECM que pones tanto en tus historias? Y me dije, un día trataré de explicarlo. Ya lo intenté con Desafío el pedal, pero salir en bici no es hacerlo con el ECM, nuestra grupeta, una forma singular de vivir o sufrir el ciclismo a partes iguales. Si le tuviera que poner un adjetivo al ciclismo del ECM, sería: ciclismo heavy.

Para los no iniciados… Las peñas y grupetas suelen tener unas normas de buena conducta, como un código no escrito. Puntos de reencuentro, velocidad pactada. Todos vamos juntos. Todos salimos juntos y todos llegamos juntos… De esas, en el ECM, sólo cuando pinchas, hay parón. Pero como con todo lo que pasa en nuestra grupeta, ni en ese caso, es uniforme la parada.

Nosotros no esperamos, no especulamos, no entendemos salir a rodar, el almuerzo es nuestro único punto de encuentro y a veces ni eso, no damos tregua. Nadie se enfada si se queda, y nos picamos con nuestra sombra. Un puerto, un esprint, los relevos. Entra quien quiere, quien quiere se va. Quien no está bien, sufre. Quien está bien, también. Pero no hay término medio. El ECM es una agonía, un subidón, una forma de vivir el ciclismo que no deja indiferente, pero que a nosotros nos llena. Si estás bien, estás adelante. Si no tienes buenas piernas, ves la tele desde el sofá. Cuando llegas a casa desearías que tu bici desapareciera. Cuando va llegando el sábado, vuelves a ver tu burra de otra manera. Llega el día, preparas la ropa. Vuelve #ElPutoECM

La estética del relevo, carne de gallina.

Voy detrás. Trato de hacer unas fotos y algún video. Veo el ECM reunificado, algo poco habitual. Pero a veces pasa. Acabamos de almorzar y vamos juntos. Es, con la salida, el único momento del día. La carretera se inclina hacia abajo. Empezamos a jugar. Iniciamos la marcha. Marcamos los relevos, esa forma de caminar en la bici en el que todos pasamos y, de inmediato, nos hacemos a un lado para que el que viene por detrás, mantenga o aumente el ritmo. El viento lo repartimos a partes iguales. Jugamos a ser ciclistas. Pasar no es fácil. Has de aumentar el ritmo del que se echa a un lado, y encima recibas el aire. Hay silencio, mirada perdida y dirigida a la rueda del de adelante. Sólo tienes que estar atento a no perder rueda para no tener que hacer un sobresfuerzo. Desde atrás, veo los calcetines blancos -del Jumbo, destacado con la sincronización del pedaleo, el esfuerzo, la respiración y el silencio. Sólo el aire, y el ruido del cambio. Clanc, clanc, clanc… Buscas tu mejor cadencia. Las piernas duelen, la respiración se acelera. No hay tregua. Pero hay un enorme placer rodar kilómetros y kilómetros solidarizando esfuerzos. Porque además de mantener un ritmo, la estampa que deja en la carretera es de una belleza extrema y, desde dentro, pone la piel de gallina. Rodar a relevos es ciclismo de primera clase, genuino. Un gusto. Una rotonda, un tobogán o un semáforo rompen la sincronía. Pero nadie nos quita el gusto de disfrutarlo. #ElPutoECM no rueda. Ruge y busca el límite, la agonía del esfuerzo. No sólo se trata de ir rápido, sino de ganar al colega, del pique, de la estrategia. Si te quedas –entrena más. Si vienes –es lo que hay- Si no puedes –toma el atajo (escapatorias de los trayectos oficiales para los que no quieren sufrir a #elPutoECM). Si te vas –vamos a por ti. Todo es una mezcla entre una crono por equipos y una carrera de persecución en pista. Es todo muy heavy. Pero es que el ECM es muy heavy.

Ocho de la mañana. Decenas de ciclistas en un trayecto habitual. De Bétera a Olocau. Grupetas más pequeñas, más grandes… De dos en dos. Llevan un ritmo uniforme. La mayoría va hablando, contando sus cosas. De forma tranquila, cada uno a una velocidad, disfrutando, dicen, del ciclismo. A veces, nosotros vamos así -las menos. El ECM hace honor a su hashtag. La multitud nos motiva. Grupos y grupos de ciclistas que pasamos a toda velocidad, en fila de uno. Algunos se pican, y nos siguen unos kilómetros e, incluso, alguno se apunta al desafío. Pero acaban apartándose.

La carretera pica para arriba. No hay mucho desnivel. Pero en el ciclismo decimos que no es el recorrido que hace la dureza, sino que es el ritmo. Y en el #ElPutoECM una etapa llana es más suplicio que una etapa reina con cuatro puertos. Pasamos grupetas, que nos miran raro. ¿Dónde van estos? Los de amarillo… A veces ven el rosario de amarillos, es decir, los que nos vamos descolgando del ritmo que pone la cabeza. Todavía más extrañeza. No se esperan. A veces, esperas que alguien se descuelgue para evitar la agonía de ir con el gancho (al límite), y ya ni te quedan piernas ni oxígeno. Que se vayan!, dices. Pero en el fondo, te jode. Te molesta. Quieres estar ahí, pero no puedes. Lo admites con resignación. Sabes que si estás delante es porque estás bien. Sabes que, si aguantas el momento de debilidad, siempre hay una tregua (pocas, pero alguna hay).

¿Por qué corremos así? Pues, en realidad, no lo sabemos (o yo por lo menos, no lo sé). Pero tiene que ver con nuestro carácter. Y eso que yo nunca he sido competitivo. Siempre me ha gustado más el pertenecer a algo así de lo que se llama estar, participar. Si le puedes echar una rueda a alguien, se la echas, si alguien se descuelga, pues te quedas y le llevas. Y eso también pasa, pero menos. Pero aquí estoy. Como un joputa más del ECM. Quien viene, repite, se engancha. Es un ciclismo que vicia, que te hace estar pensando toda la semana en qué pasará el sábado, por dónde vamos y qué hacemos. El pique permite la mejora, y jugar a ser ciclistas es la gasolina que nos da la fuerza.

Pero, sin lugar a dudas, el pegamento que junta el ECM con esta filosofía no es otro que el Roxi #elPutoRoxi. Con él no hay paz, sin él muy seguramente seríamos el ECM pero no seríamos #elPutoECM. Bienve dice que sale para hacer feliz al Roxi, es decir hacerle sufrir, aunque sólo sea un segundo. Tormento se ha ganado el derecho a echarle de menos o a mandarlo a la mierda. No hay indiferencia, como tampoco la hay en la carretera. El pedaleo uniforme, visto desde atrás, los calcetines blancos del Jumbo, el látigo… no hay tregua en las rotondas, y un repecho es un desafío. Buscamos la agonía, y la regamos con cerveza al final de la jornada, mientras vamos al Strava a ver cómo ha ida la cosa. Incorregibles. Somos #ElPutoECM. Y que llegue el sábado.

«Salivo la cerveza»… Llegamos a Massamagrell, paramos el ritmo, detenemos lo relojes y bajamos pulsaciones. Llegamos en grupos o de uno en uno, casi nunca todos. Y nos miran raro…

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Ci vediamo…

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Los Dolomitas son un coloso, pero son la suma de muchos esfuerzos. Desde que sales de Bérgamo, y te acercas a Bormio, te atrapa la violencia del paisaje, la altura desmesurada que provoca romper por los valles, bañado en su inicio por la  calma y la pausa del Lago de   Como. Llegando a Bormio, desde Tirano, desde la misma carretera, ya ves a la primeros  ciclistas, cada cual persigue su reto. El Stelvio nos enseñará que los Dolomitas existen para ser conquistados, para se retados. Y sus carreteras, sus enormes porcentajes de subida, su longitud desmesurada es una invitación a ser seducidos, conquistados con aire de heroicidad.

Eso sentí subiendo Gavia (por Bormio), Mortirolo (por la vertiente de la curva del malogrado Pantani), y el Stelvio, el puerto más alto de Europa, por sus tres lados (dos en relidad), la subida que te exige fortaleza, paciencia, temple, habilidad, superación y te añade un gran aporte de endorfinas y, como consecuencia, felicidad. Seguramente la misma del que acaba un maratón, un súper trail o un ironman. Poner tu cuerpo a prueba, buscar tus límites. Cada sábado, nuestro ECM sube su pequeño Stelvio, rivaliza con la diversión de poner a pruebo al rival, el amigo triturado al final con las cervezas y sana con la felicidad de jugar a ser ciclistas, a emular al Van Aert de turno, y a esperar la próxima salida

Pero subiendo el Gavia y el Stelvio, uno no sólo emula al ciclista sino que reproduce sus gestas en el lugar donde ocurren: en las curvas de herradura, en las interminables rectas de porcentajes inhumanos, en la descensos infinitos. Por esas carreteras han corrido  los  grandes del ciclismo. Y por esas carreteras los muertos, como dice Pepe, nos sentimos inmortales, estrellas por un día y un poco héroes. Al ECM no le va eso de lo importante es llegar o participar, sino que buscamos que a  cada uno no nos quede nada, y nos duelan hasta las pestañas sábado sí y sábado también. En Dolomitas, el ECM (por desgracia no todos pudimos estar) estuvimos, fuimos y combatimos como siempre, pero llegar arriba no estaba en duda. Disfrutar del dolor en el camino, tampoco. La última subida a Stelvio, la mítica, la de la pared infinita, zigzagueada por turnati descontadas hasta la  cima ha sido, no sólo lo más duro y más largo que he subido jamás, sino también lo más imborrable, el recuerdo que te lleva a volver. Porque los Dolomitas enganchan, son adictivos, proporcionan un placer masoquista inexplicable.

Hablando, comentando, cada uno de los que fuimos nos trajimos algo. Con Roque, subimos, mano a mano, Gavia y Mortirolo, con esa habilidad y gusto suyo por los puertos, la habilidad para orientarse y su enorme capacidad para entablar relación con la gente. Don de gentes. En la bici, incansable y insaciable. Stelvio desde Pratto, su hazaña. Gavia.»Molt tenen que ser els altres perquè m’agraden més que el Gavia», em va dir el primer dia. I crec que no ha canviat d’opinió. Y además, vimos a Annemiek Van Vleuten

A Pepe, no le hace falta decir, se le ve. Pasa por negar su clase, pero sube y sufre todo lo que sabe y más. Si canta (Cuando el español canta…, suele decir), disfruta. Roque le acopla y le guía cuando la pendiente te mina. Los Dolomitas de Pepe fueron ascensos de a quien la escalada su cuerpo (como a mi) no le beneficia… Pero sin duda Pepe fue bajar, descensos míticos con los que todos disfrutamos. Pero sobre todo, Pepe es buen rollo y muchas risas. Acompañado de una cerveza, es todo cachondeo. Vamooos Pepe… «Si estoy muerto…» Y así siempre. Pepe es Pepe.

Pastera es la experiencia, la elección de la superación, del que lleva en el adn el gol que, en la bici,es la estrategia del que acostumbra al triunfo a la corta. Cada pequeña  victoria es una conquista. El coloso Stelvio fue la gran final, el partido con hydratation pause más largo, el más exigente. Su capacidad de sufrir fue proporcional a los 26 km de ascensión, tan dura como encoratjadora. Las fuentes fueron pausas para saciar la sed y esconder las ranpas del sobre esguerzo. Como todos, disfrutamos del descenso. Y Pastera hace de la habilidad virtud y saca el máximo rendimiento a sus fortalezas. Stelvio dejó secuelas pero alimentó su competitividad, alimentada desde siempre.

Y el roxi vive en su hábitat natural. Los Dolomitas son su casa. Si fuera italiano, haría  de Bormio su casa. Así, normal que,no soló pretenda volver, sino que sueñe con un motor home con presencia permanente en los colosos que reinan los Dolomitas camino de los Alpes. Subir es casi una necesidad de su cuerpo escuálido, nacido para escalar al que une una hijoputed necesaria que le da una capacidad ganadora, a veces incluso mayot que su reconocible clase. Tormento is storm. Como dice Barón Rojo: no ver, no hablar, no oir…

CAROLINA

Y ese fue el punto de conexión, el Canina dolomitico donde la reunión nos lleva a la risa y a la expresión máxima de a endorfia. La risa, el pique y el relax se convierten en el recuperador de una nueva ruta. Con la bajada del Stelvio, la misma ruta que marcó el ascenso de primera hora. Dolomitas marca un antes y un después en el ECM, esperando que esta aventura anual sea más y mejor.

CI VEDIAMO…

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Como niños

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Son las tres de la madrugada, no ha sonado el despertador. Calor, pero menos. A las 3.50, arriba. Vueltas y repaso de todo. Vuelo, viaje, documentación… Siempre se olvida algo (pantalón corto, que se sepa) Es raro pensar en salir sin tu cabra. Sensación extraña. Es como una infidelidad. «Lo has preparado conmigo, y no me llevas», parece decir. Nervioso como un niño….

Cuatro y cuarto, puntual como un reloj llegan los Jerez, padre e hijo, avanzadilla de un ECM que se parte para dejar su sello en los Alpes, como antes lo había dejado en Pirineos. El sueño de la cara y de la felicidad. Camino del aeropuerto, Valencia duerme. Algún que otro repartidor y poco más… Cuando el día empiece a desperezarse, nos veremos en Bérgamo, a dos horas del paraíso, a dos horas del Stelvio, el Gavia y el Mortitolo, colosos en donde los más grandes ciclistas de la historia han escrito sus historias más heroicas. Indurain, Pantani, Chiapucci… Con Fausto Coppi a la cabeza, el italiano que da nombre a la cima más alta del Giro.

Vuelo limpio y rápido, nos saluda Milán nublado, como queriendo llorar. El paisaje ha cambiado. El norte de Italia es como un trocito de Asturias o de Euskadi. Fina lluvia, para viajar de Lecco a Tirano, camino de Bormio. El Lago, inmenso, nos hace de anfitrión. Los trenes, últimos obstáculos. Lo que has esperado tiempo, toma forma. En Bellano, la parada más larga. En Tirano nos espera un bus hasta Bormio. Llueve más y mejor. Los Dolomitas se van erigiendo majestuosos. Todo es excitante. Quienes conocéis el elixir del pedaleo sabéis a lo que me refiero. El vicio toma forma de cabra, tu cabra, la que te acompaña con lealtad…

SUENA EL TREN

Suena el tren, las vías se dejan llevar hacia el infinito. El humano ha humanizado las zonas de montaña con largos túneles pegados al Lago. Es tan inmensa su forma de uve que casi no se acaba nunca. La vida en blanco y negro. El blanco calizo de las vistas al lago, el negro de la oscuridad de las guaridas por donde el tren se deja llevar. Estamos impacientes por llegar, coger las bicis y rodar. Pero tocará esperae. Primero, esperar a que la lluvia adelgace. Después, disfrutar de lo que nos ofrece la versión alpina italiana, llamada Dolomita. Su tamaño, en el cara a cara, ya impresiona. Qué ganas!!! «Tú escrius, jo pense en la cervessa que s’anem a fer»… Hay tiempo, Roque, hay tiempo. Risas.

Llegada a Bormio. Empieza la aventura. Hay mono de bici. Pero no hay tregua… Hasta que salga el sol, descanso activo. Y muchas ganas. Primera etapa. El mítico Gavia, pero eso será el próximo episodio

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Desafío al pedal

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Mirada cerrada. La carretera pasa con el dibujo intermitente de su líneas, a pocos metros, bajo tu bici. Observas la velocidad como ese film que aparece bajo tu máquina. Una recta enorme, decidida a plantearme un reto. Si puedes, me sigues, parece decir la carretera, dibujada a tus pies.. No hay nada alrededor o, al menos, nada en lo que fijarse porque no quieres perder de vista tu propósito, pedalear lo más fuerte posible. Existe sólo tu respiración. En mi caso, mi rueda delantera, mi respiración, o la rueda trasera del que va delante si vas en grupo. En el deporte de desafío contra ti y contra el tiempo, todo pasa por tu cabeza. La distancia, el esfuerzo, la respiración, la recuperación, el dolor, el desgaste… pero siempre con la satisfacción, cuando te detienes, de haber logrado tu propio desafío. Tú contra ti mismo. El esfuerzo te acerca a ti mismo.

El aire aprieta. Si te viene de frente, te agota. Si te viene de lado, te incomoda. Si te viene de atrás, te relanza. Pero siempre está. Es uno de tus rivales. El otro, tú mismo. Alguien pasa por tu lado, te adelanta con suavidad, se va, desaparece ¡Coño, cómo es posible! Tus condiciones y mis condiciones son las mismas. Ni siquiera la diferencia de la bici. Quien me adelanta tiene una de esas clásicas, sin alardes, un homenaje a la mecánica, de diseño austero. Ni su equipaje, descolorido por lavados eternos, amplio, como todo lo que antes se fabricaba para hacer deporte. Tú vas con todo; él, suelto. Las piernas sin depilar, estilo tosco. Se observan las canas bajo el casco, la piel rugosa, la cara cansada, pero firme. Intentas seguir su rueda, pero te vence: no hay manera de seguirlo. Desafío de toda la vida, un ejemplo a seguir.

Alguien pasa por tu lado, te adelanta con suavidad, se va, desaparece ¡Coño, cómo es posible!

No hay gloria sin dolor o éxito sin esfuerzo, una metáfora que nos la podemos llevar a cualquier ámbito de nuestras vidas. Sea cual sea tu objetivo. Salir sólo o con tu grupeta a pasar un buen rato, picarte con cualquiera que te adelante en la carretera (o contigo mismo), desafiar al tiempo… El Strava* nos ha enseñado que, detrás de un practicante de ciclismo, o runner o cualquiera que desafíe la relación espacio-temporal de cualquier ruta, tiene un ganador dentro, pequeñas batallas que te consolidan como el líder de la general de tu pequeña (o gran) batalla interna. Nosotros, por ejemplo, tenemos un pequeño reto. Es nuestro sprint especial. Llegues como llegues, si nos encontramos con lo que nosotros llamamos El Col de Fabían, que no es más que una pequeña rampa que sirve de virtual ganador del día, lo desafiamos. Un esprint que genera gran cantidad de adrenalina y unas cuantas risas… Las endorfinas que nos provoca cada vez que nos subimos en la bici, nos dan salud.

Como dice nuestro rutómetro oficial, además de jugar a ser ciclistas, cuando nos bajamos de la bici después de darnos la gran paliza, ya estamos pensando en el sábado siguiente (aunque en ese momento, si pudieras, venderías la bici). Y si en las cervezas le puedes decir a alguien que es un muerto, pues mejor. Y muchos no nos entenderán (estáis locos), pero nosotros lo sabemos: nos da la vida. Es nuestro eterno desafío al pedal.

*Strava es una aplicación, versión gratuita y premium, que mide tu rendimiento. Distancia, velocidad media, watios, calorías, y te dibuja el recorrido, además de comparar los datos con otros usuarios.

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Dos rutas, las mismas ganas…

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Estamos a punto de finalizar las Fase 2 de desescalada, y todavía con rutas dentro de la misma provincia, y parada obligatoria a las 10. Por eso, no seguimos el libro de rutas. Dos recorridos, Pedralba y el Pico, con el mismo final: ganas de pasarlo bien…

Yo elegí el trazado por El Pico, Canteras y Oronet. Subida exigente, sobre todo a partir de Bétera. Pocas veces vamos a rueda, pero esta vez, lo hicimos.

Vaya ritmo! Mirad, mirad… lo corrabora esto que apareció después en el whatsapp:

Al final, ‘armosaret’ en el Oronet (sin foto, se nos pasó a todos), con la presencia de Felipe, en fase de recuperación. Al final, fieles a nuestro espíritu, tras el Oronet, un recorrido corto (volviendo por Náquera) y otro más largo (por Algimia). En el primero, yo, Felipe, Tranvi y el Rochi. En el segundo, Pastera, Roque y Bienve…

El otro grupo, con Ximo, Pepe y Sergiete, se fueron ‘de toboganes’. Misma comarca, distinto perfil… Casinos, Pedralba y vuelta por Riba-roja. 120 km…

Como no podía ser de otra manera, la prueba del buen ‘rollo’ en el ‘armosaret’

Aquí os dejo el video que grabó Bienve… Cámara delantera de su bici. Montaje y música, del mismo ‘crack’ Bienve….

Próxima etapa, si se sigue el programa de salidas (última con límite provincial)…

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