Imponer el miedo

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Sigo duchándome cada día después de llegar de trabajar. Sigo lavando la ropa a 60º (no toda). Sigo lavándome las manos con empeño. Sigo dejando los zapatos en el exterior. Sigo utilizando el gel hidroalcohólico cada vez que hago un movimiento en el exterior, en el trabajo. Sigo poniéndome la mascarilla de forma responsable, allí donde no se puede guardar la distancia de seguridad. Sigo viendo a la gente que mira triste, ahora más detrás de una mascarilla. Sigo viendo a la gente con miedo, unos más y otros menos, pero con miedo. Sigo escuchando a la gente no mirar el futuro, ser esclavo del presente. No programar vacaciones, ni viajes…

El talento está congelado, el atrevimiento reducido a los más resilientes. La sociedad no puede avanzar porque todo tiene una sensación de provisional. En tiempos de confinamiento se decía: «como sigamos así, nos vuelven a confinar». Algunos parece que lo deseen para culpar a los otros, los incívicos, del desaguisado. Y lo cierto es que todo indica que, en su momento y seguramente antes de que todo acabara con un brutal confinamiento, ya vivimos mucho tiempo con el virus sin hacerle el más mínimo caso y que, ahora, el virus, igual de contagioso que en enero o febrero, se controla con rastreos y medidas de distancia localizadas. Confiemos en lo aprendido. Vamos, lo lógico.

Confinamiento y recomendación…

La época más dura de la pandemia, era un tiempo de mascarilla recomendada, y no prohibida. De prohibición lógica (no salir de casa), pero dura (la libertad en standby la economía en colapso). Pero era tiempo de mayor certidumbre (se sabía lo poco que hacer y lo mucho que guardar), de menor tensión social entre aquellos, los más aprehensivos y sensibilizados con la enfermedad (muchos de ellos con una relación directa o cercana con la misma) y aquellos que -como es mi caso- vemos en el virus un especie de reto: ser pasivos o proactivos, plantarle cara al virus o combatirlo con angustia. En caso de ser proactivos, ¿qué hacer? ¿Cómo hacerlo? ¿De qué se trataría? El ex ministro, Miguel Sebastián, escribía sobre ésto hace poco en El Español: ‘Convivir con el virus no es la solución. Hay pocas certezas, y ninguna apuesta ha resultado claramente ganadora, se trata más bien de tener una actitud responsable. Los contagios y los brotes se producen a medida que volvemos a situaciones parecidas a lo vivido antes, a lo vivido desde siempre (en nuestra corta vida) Y cada contagio es un susto, un argumento para los obedientes responsables y de recriminación, para los que no sacralizamos la presencia y la virulencia del virus, que por otra parte, ha provocado mucho dolor y muerte, eso sin duda. A mi, este debate, me pilla con muchas dudas porque ni me acabo de creer el mantra de que no habrá normalidad hasta la vacuna (creo que hay un conocimiento médico del virus pero tomado con las lógicas reservas sobre su eficacia), ni me creo, por supuesto, a los negacionistas, donaldtrumps y jairbolsonaros de turno que han convertido sus países en orgías para el virus y cementerios para sus víctimas.

Los más confinados, más miedo

Por mi trabajo, no dejé de salir de casa en toda la pandemia. Y reconozco que los que fuimos ‘esenciales’ tenemos una mayor tolerancia con el ‘virus’ (no sé si de una forma demasiado confiada o desenfadada) que los que tuvieron un confinamiento de sesenta días con sus sesenta noches. A éstos, les ha dado miedo salir (a nosotros, más pereza que miedo). Insisto en que parto de la base de que no tengo del todo claro cuál es la actitud para con esta pandemia (por falta de evidencias). Y más en esta etapa intermedia, como de prueba. Y más, en este trayecto más incierto, el que va desde el colapso sanitario a la nueva realidad (cuando tenga más ánimo hablaré de la chorrada esa de la nueva normalidad), salpicado de brotes aquí y allí, con los policías de mascarilla y alardeadores de la buena conducta cumpliendo a rajatabla las medidas de prevención, cosa que, todo sea ducho, con mesura y respeto, creo cumplir debidamente aunque no viva constantemente detrás de una mascarilla.

La imposición del miedo es la peor de las pandemias porque atañe a lo más preciado que tenemos: la autoconfianza. La equidistancia (no ideológica) me permite comprender a los que se sienten amenazados por el virus y a los que, como es mi caso, cree que se ha de añadir el sentido común y el respeto al repertorio de manuales y normas. A aquellos les pido respeto por los que queremos vivir sin miedo, siendo realistas, reconociendo que ‘el virus está ahí, no se ha ido’, pero personalizando con mimo todas las medidas para no convertir nuestra vida en otra pandemia, la de la parálisis. Y la mayoría, que conste, tiene ese respeto y limita sus miedos a su ámbito personal. Como yo los míos.

«La imposición del miedo es la peor de las pandemias porque atañe a lo más preciado que tenemos: la autoconfianza»

Seré yo quien decida si me place salir a tomar una copa o tomármela en mi casa. Si me obligan a tener miedo, me confinaré voluntariamente, si antes no lo hacen los gobiernos, presionados por aquellos que en cada brote ven una apocalipsis. Pero no me pidan que ayude a la sociedad a no hundirse (economía) y al mismo tiempo me censuren cómo lo hago, siempre con mesura y precaución. Porque esa elección es mía. Y no es insolidaria. Brotes hubo, hay y habrá. El contagio cero es una quimera. Saber convivir con ellos, con serenidad, responsabilidad y sin miedo, es también necesario. Al menos para mí.

De la policía de balcón a la de mascarilla, aquellos que se autoproclaman superiores por pretender ser más precavidos, no tienen mi apoyo. Quienes, con los mismos síntomas, muestran ese miedo, mantienen al máximo su prevención, respetan los miedos de los demás siempre que no les perjudiquen y tratan de vivir lo mejor posible dentro de las limitaciones que impone la situación, no sólo tienen mi máximo respeto, sino también mi admiración. No soy nadie para juzgarlos. Ni tampoco quiero que nadie me juzgue.

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És el millor Llevant de Paco López?

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El futbol no enganya. I este futbol post-Covid, menys. Els comentaris, gestos i expressions retronen en les transmissions. A mi em recorda als meus partits de menut (pocs perquè vaig jugar poc a futbol) en un dels equips del poble (l’Arrabal, club de barri que ja no existeix). Camps buits. Senties a l’entrenador, una circumstància que acabava per descentrar-te, per afectar-te. L’errada es paga. I més, de menuts. És el futbol que ens ha tocat viure ara, una experiència única.

Alguns diuen que açò no és futbol, que sense afició, no hi ha caliu. I és cert. Però jo li pegaria la volta. Açò és el futbol, el de debò, el real. L’altre, el que coneguem, el que vivim als estadis, és l’espectacle del futbol, el que depén no només del joc, sino també de les emocions i dels sentiments. L’esport que permet reduïr l’escletxa real entre dos equips de qualitats diferents. Però el futbol real és éste, no aquell. Tot i que estic amb la majoria, el que tirem de menys els aficionats és el futbol dels estadis. I els jugadors, segur que també.

Hi ha una tendència a satanitzar l’anomenat futbol modern, l’afectat per la tecnologia (per eixemple el VAR), una resistència habitual en la societat i que està englobada en les anomenades tanques tecnològiques. Éstes, són molt més radicals en el planeta futbol, conservador per natura.

Bon Llevant contra la Reial

I dic això, perquè en este nou futbol que el coronavirus ens està obligant a consumir, els paràmetres emocionals s’han reduït, i en el nostre cas, la solvència de l’equip de Paco López ha augmentat, ha sigut positiva, molt positiva diria jo. En concret, l’últim Llevant contra la Reial Societat ha sigut l’equip que, enguany, més s’ha semblat al futbol que a mi més m’agrada. La barreja, la diversitat tàctica, la pilota, la dividida i la pròpia, la que fas servir de bota a bota. Sempre li havia demanat un Plà B a Paco per tal de desembossar els partits tancats, o plantejar un partit inesperat als rivals, més enllà del dibuix tàctic numèric que tant ens agrada als aficionats, i que provoca cert rebuig en els tècnics, als quals desagrada eixa simplificació, necessària gràficament però insignificant en la pràctica, solen dir.

El Llevant UE post Covid19 és (més) solvent: una sola derrota (Atlètic), dos victòries (Espanyol i Betis), i quatre empats (València, Sevilla, Valladolid i Reial Societat). Un únic partit amb la porteria a zero, 10 gols a favor i 7 en contra. El Llevant post-Covid19 estaria a un punt d’Europa, . Amb (*) equips que han jugat un partit més, La última columna és la diferència de gols a favor i en contra.

Els equips, però, solen ser el que volen les aficions. A cada afició li agrada, de forma genèrica, un estil, sempre relacionat amb l’aposta que més èxits els ha donat. A Orriols, el model JIM, liderat per Juanfran i Ballesteros té molts defensors. Lògic. A la vorera del Mestalla, agrada l’estil bronco i copero, el de les carreres, la velocitat. Una ocasió, un gol, una victòria…. El recentment desaparegut Radomir Antic fou destituït pel Reial Madrid quan anava líder, igualment que fa poc passà amb Ernesto Valverde. A Can Barça, l’estil, el toc, el cruyffisme és sagrat. L’Atlètic de Madrid viu de l’herència de Luis Aragonés, el València, de Benítez, Cúper o Ranieri. El Llevant? Contem amb Luis García, JIM, i la barreja que, per a mi, suposa la proposta de Paco López. Crec que, a poc a poc, coneguem més a què vol jugar, en l’any que el de Silla ha tingut una participació més directa i única en la confecció de la plantilla, coincidint amb l’eixida de Tito.

La gestió de la pròxima plantilla marcarà el futur. Igual que afectà la marxa de Jefferson Lerma, podria ser decisiva la possible venda de José Campaña, el jugador referència de Paco. L’aportació de l’Escola i el planter en el primer equip, també serà un punt a vigilar en la gestió del club en general i del tècnic en particular. Vorem què ens ofereix l’estiu. Però la classificació d’este final de lliga, ens pot i ens deuria marcar els pròxims objectius, sempre sent conscients que el principal d’ells és allargar al màxim la permanència en l’elit.

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Determinación

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La determinación es una de las cualidades, en la vida en general y en el deporte de alto rendimiento en particular, que más cotizan en la actualidad. La determinación de José Campaña. Nunca se esconde, aunque su presencia es a veces desesperante y casi siempre con apariencia de cansina. La determinación, por ejemplo, de Pablo Martínez, que en Mestalla tuvo la osadía de coger el cuero para lanzar a balón parado cuando Bardhi y Campaña estaban out. La de Gonzalo Melero en ese mismo partido: sin titubear, cogió la pelota, asumió la responsabilidad de lanzar el penalti que le dio un punto. Era el último minuto. O gol, o derrota. O la de Aitor Fernández, mostrando confianza tras forzar un penalti en Valladolid que le pudo costar la derrota en Zorrilla.

La capacidad de decisión depende de la confianza, no hay duda. La autoestima también incide en la determinación. Pero, a veces, esa determinación, deja de ser osadía y se convierte en algo parecido a la soberbia. Ojo. Y en el deporte profesional, la linea entre una y otra es muy fina. Más allá de asuntos de vestuario, la determinación es bien acogida, la grandilocuencia del que reclama todos los focos para él, un problema. En el Levante, por lo que sé, no es el caso. Al menos, no a un nivel que desestabilice.

La determinación de grupo

Vamos donde la gente granota ha puesto el foco tras el insulso empate de Valladolid. A veces, es fácil confundir la apatía con el cansancio. De hecho, la apatía puede ser un síntoma del segundo, sin duda. Cuando las piernas no van, todo se hace menos brillante, a un ritmo más bajo. Por eso, la calidad suele refugiar y disimular la debilidad física. Si dependo de mi físico para brillar (hablamos de un lateral, por ejemplo), los partidos de perfil bajo por acumulación, cansancio o escasa motivación, delatan al que se escaquea. En la bici, decimos ‘guardar’, dosificar. Esfuerzo de más que hagas, la carretera te lo hace pagar . En el fútbol al máximo nivel, intuyo que también. Y la acumulación de esfuerzos es el maldecap principal de preparadores físicos y, por extensión, entrenadores. Asimilar la fatiga es la clave del rendimiento, y por ello todos los esfuerzos ilegítimos (doping) han ido a reducir o eliminar la fatiga, ante esfuerzos continuados. O, lo que es lo mismo, facilitar la rápida recuperación.

Determinación y cantera

Determinación también la hay en las apuestas atrevidas. Jorge Valdano apostó por Raúl, Josep Guardiola por Busquets y Javi Calleja por Pau Torres, entre muchos ejemplos. Signo de confianza pero también termómetro y prueba de buen funcionamiento de la Escuela. Paco López, que llegó al primer equipo del filial, ha optado más por un canterano importado (Borja Mayoral) que por cualquiera de los que tuvo o hay en el filial, algunos (dicen) con tan buena pinta como Alex Cantero, más joven, o Joan Monterde, más experto. Sólo son ejemplos. No conozco al detalle la cantera. La conclusión es: o no se apuesta o no funciona. Conozco algo a Paco, y sé que sabe ver el talento y no duda en dar una oportunidad. Dicho esto, sólo me queda pensar: la escuela existe. Pero ni está (gestión) ni se la espera (se tiene fe). Al menos, eso dicen los datos. Cierto que, como decía ayer Jagoba Arrasate, lo de dar ‘una oportunidad’ a la gente joven está bien, pero siempre que se haga con sentido de continuidad. Pero, el problema es cuando no se mira abajo o, si se hace, se mira por mirar.

Querer crear en Natzaret una nueva Ciudad Deportiva está bien. Elaborar, crear y redactar un gran proyecto de escuela y cantera es un obligación para un club como el Levante. Si nos fijamos en el continente y nos olvidamos del contenido, vendemos humo y, además, no hacemos un marketing de calidad. La realidad, hoy y visto lo visto, es que la escuela sirve para rellenar huecos y completar listas. Para mí, esa conclusión es muy triste. Si alguien es capaz de demostrarme lo contrario, estaré encantado de escucharlo y creerlo. Nada de verdades absolutas.

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Las piedras, en la playa

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Los extremos se tocan -y se necesitan y se retroalimentan- desde un punto de vista sociopolítico. El problema de los extremos no es lo que afecte a cada uno de ellos -se crearon para eso, para crear cierto caos en el que crecer- sino que nos afecte como sociedad. Son la gasolina para que la mecha no se queme, y pueda encender el fuego. Y, claro, caemos en su trampa. Españoles contra gudaris o mossos. Del España nos reprime a los enemigos de España. Pero también, la sociedad que no acepta la diversidad: sexual, religiosa, de pensamiento. Necesitamos un reseteo de tolerancia, y necesitamos que los que se sitúan en las partes sogatira no controlen la partida. Y no hablo de partidos, ni mucho menos. Hablo de clanes sociales: los que militan y los que les siguen.

Será por la edad, pero supongo que también por la experiencia y por tener más información, que he optado por aliarme a todo aquello que me une con los demás, no lo que me separa. Me parece más inteligente. Cuanto más leo a gente que abandera la neutralidad , más beneficio saco. Por no hablar de paz y tranquilidad. Y más todavía si, desde la militancia, hacen ejercicio de autocrítica consigo mismo y con sus adversarios, que no enemigos. Cada vez creo más que lo transversal nos une. Por ejemplo, los acuerdos entre empleadores y empleados, tanto en el genérico como a pie de fábrica. El consenso no sólo aúna, sino que crea complicidades. Y ahora (y yo diría que siempre), las necesitamos. En tiempos de mal dadas, la luchas en solitario suelen ser sólo por supervivencia. Como colectivo, necesitamos que todos nos olvidemos de reproches y nos centremos en los mínimos puntos que nos unen. Los acuerdos, los armisticios, las ententes… siempre son garantía de continuidad y cierta tranquilidad. No dejemos que el ruido nos dé señales confusas para elegir el buen camino. Las grandes fases de paz que ha vivido la historia de la humanidad han nacido de eso, de acuerdos. Y éstos, desgraciadamente, siempre llegaron tras molernos a palos, un paso que, conociéndonos, debemos de centrarnos en descartar de forma categórica. Huyamos de las piedras, hablemos por las ondas, no con las hondas.

El consenso no sólo aúna, sino que crea complicidades. Y ahora, las necesitamos. En tiempos de mal dadas, la luchas en solitario suelen ser sólo por supervivencia. Como colectivo, necesitamos que todos nos olvidemos de reproches y nos centremos en los mínimos puntos que nos unen.

Celebramos el día de la diversidad y, muchos de los mismos que la defienden como signo de tolerancia, lanzan piedras a aquellos que niegan su existencia. Y pierden la razón. Los avances sociales, casi por naturaleza, siempre han venido de la mano de las fuerzas de progreso, que lo llevan en su adn. Cierto que el mérito (y el esfuerzo) es de quien toma la iniciativa (divorcio, aborto, matrimonio igualitario, aceptación de la realidad diversa…) Pero siempre se ha contado con la aceptación de quienes hicieron bandera de todo lo contrario y lo asumen en su ideario. Es nuestro éxito como sociedad. El ejemplo de lo que no nace de ese consenso lo tenemos en educación, cuya gran asignatura pendiente es la no transversalidad, es decir, la falta de acuerdo, que lastra nuestro sistema, con legislaciones y derogaciones turnistas. Las pedradas no necesariamente se lanzan con una honda. Las palabras, a veces, llevan piedras, como los que quieren quebrantar los consensos con una falsedad llena de carga ideológica y de odio. La violencia machista es una realidad, por desgracia, que no ofrece discusión, por mucho que, como decimos, algunos hablen de ella como la parte de un todo.

Las piedras las carga el diablo

Promover la sospecha de que su gestión protege con desigualdad a hombres y mujeres es una indecencia y una temeridad, pero también lo es no plantearse, no debatir, no tener en cuenta que existen desajustes , como todos conocemos en nuestro entorno, aunque no aparezcan en las estadísticas y aunque su denuncia sea más un descrédito que un derecho. Porque la maldad no tiene sexo, y el odio menos. Y ha de ser perseguida, con el mismo ansia y celo. El drama de miles de mujeres amenazadas todos los días, no sólo físicamente sino psicológica y mentalmente, no da cabida a posiciones que, con carácter de estrategia de acoso y derribo general, tratan de imponer una verdad que no tiene sostén numérico, ni cualitativa ni cuantitativamente. El problema de las piedras, me decía mi madre, es que en la mano sabes dónde están, cuando salen de tu mano, pierdes el control, y pueden hacer diana en cualquier sitio. Las piedras las carga el diablo.

La causas próximas, las más cercanas, las gotas que hacen derramar el vaso suelen ser piedras o tiros que salen y hacen diana, sin aparente peligro más allá del daño físico pero sí con consecuencias muchas veces incalculables. Le pasó al archiduque Francisco Fernando, heredero del trono austrohúngaro, quien fue asesinado junto a su mujer en Sarajevo, presuntamente por nacionalistas serbios, y dicen que de forma accidental. Una macabra coincidencia cuyas consecuencias fueron terribles: nació la primera gran guerra mundial del siglo pasado. Poca broma. Se habla de 13 millones de personas que, directa o indirectamente, murieron tras la pedrada de Sarajevo. Y 21 millones afectadas por causa bélica. Todo, con la pandemia de la Gripe Española de 1918 como acicate de muerte. Otra macabra coincidencia. Aprendamos de la historia. Dejemos las piedras en la playa.

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Distinción granota

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Hay un paralelismo entre el nuevo aspecto del Estadi d’Orriols con el aspecto del juego granota desde la llegada de Paco López. La discusión bronco&técnico sigue vigente en el fútbol. Es casi una dualidad eterna, no sólo en el Levante, sino en todos los equipos. Más allá de si la empresa de reformar el estadio es o no prioritaria dada la inversión económica y el soporte financiero para llevarla a cabo, la temporada que viene todo el mundo estará a resguardo. Todos hemos vivido tarde-noches de lluvia en Orriols, protegiéndonos en los bajos del estadio hasta que pare la fiesta. O esa apertura sólo de la Tribuna para evitar que los socios del Gol Alboraia, Gol Orriols o Grada Central se mojen, en tiempos de Pedro Villarroel. Pero siempre cuando el estadio estaba lejos de llenarse, excepto en contadas ocasiones, con reparto generalizado de entradas gratuitas o jornadas de puertas abiertas, promocionando un levantinismo necesitado más de coherencia y continuidad, que de dádivas de señorito: ven que te invito a mi fiesta y me ayudas con tu ruido. Eso de mojarse, parece, llega a su fin. Por encima de plazos, de críticas de gestión puntual de Quico Catalán, todas ellas, por supuesto, legítimas, hay un hecho irrefutable: el actual presidente ha logrado cumplir con dos aspectos que hace mucho tiempo comenté con él, cuando era un simple directivo en el cortijo dirigido desde Cofiser: llenar el campo y hacer del Levante un club que anide otras disciplinas en forma de secciones para aumentar su base social. Primero llenar el campo y ahora arreglar la casa. Y me diréis, sí pero con abonos gratis. Cierto, pero hay una diferencia enorme: regala el pase al que es fiel a la causa, incrementa la asistencia semanal y favorece el hábito. Quien lleva tres años sin pagar por un pase y ha ido a todos los partidos, seguro que sigue, si su situación económica se lo permite. Y eso tiene su mérito.

Distinción en el campo…

Y distinción granota en el campo. Hablaba hace poco con un gran amigo granota y reflexionábamos sobre el estilo, el modelo y el éxito del Levante en lo futbolístico. Y os resumo algunas conclusiones. La primera, sobre el juego. Por mucho que me quieran explicar los haters de Paco López, nunca este equipo ha jugado como éste Levante, al menos en primera. Lo sé, lo sé, es una opinión. La mía. Hablábamos del proyecto europeo de JIM, del que sin duda considero una auténtico hito. Pero, la verdad, los partidos de aquél equipo eran un auténtico peñazo, salvo excepciones. ¿Que con aquél equipo no se podía jugar a otra cosa? Por supuesto. Que todos nos poníamos el mono de trabajo para ver el partido y sacábamos pecho de un equipo colgado del larguero y con un guardia de seguridad de lujo, Gustavo Munúa? Sin duda. No hablo de rendimiento (sólo). Y tampoco hablo de jogo bonito ni de la chorrada esa del tica-taca, ejemplo mediático y mal entendido del juego de posesión. Es más, la posesión, por sí misma y sin intención, también es un peñazo.

Este equipo de Paco López, con sus lagunas sobre todo en acciones a balón parado, tanto defensivas como ofensivas, hace muchas cosas bien. Muchas. Y es cierto que el año pasado sufrió más de lo que debía. Pero también que, por encima de elogios de la prensa patria (la que se escribe en Madrid con sentido radial), el Levante es un equipo ‘de autor’, lleva la firma de su técnico, con una receta definida que puede enganchar más o menos, en función de tus gustos y de lo que estés dispuesto a sufrir. Y que -y esto también es importante aunque nos cueste verlo- es reclamo para que lleguen futbolistas de calidad, que siempre optan por proyectos deportivos seguros y en el que su fútbol pueda brillar. Y ese es el Levante UD . Y si no, que se lo pregunten a José Campaña, que ha visto como en Valencia ha aumentado su cotización.

La marcha de Jefferson Lerma causó un agujero en el entramado de Paco López. Se fue el pegamento que unía la vocación con la seguridad. Ha tardado (demasiado) el de Silla en encontrar a Nikola Vukcevic como su alternativa (nunca sustituto) y a Nemenja Radoja como el plan B. Pero parece haberle dado una vuelta para encajar las piezas. Cierto es -y sabéis que llevo tiempo diciéndolo- que a Paco López le falta ese plan B, esa forma de cambiarle la cara a un partido trabado, por ejemplo, con juego al rechace u otro tipo de alternativas. Pero esa diversidad táctica es complicada para un club limitado en lo económico como el Levante, y está al alcance de muy pocos equipos.

De todo esto nos daremos cuenta cuando jugadores como José Campaña se vayan con su fútbol a otra parte, seguramente a cambio de una pila de millones que ayudarán a pagar ese nueva Bombonera a refugio. Siempre digo que en Orriols se ha silbado y criticado a jugadores ahora añorados como Vicent Iborra, José Javier Barkero o, más recientemente, Borja Mayoral. Incluido también Campaña. Algunos lo ven como muestra de inconformismo, pero yo lo veo como una imagen distorsionada de la realidad: el Levante es lo que es, un club de la clase media del fútbol español que tiene como objetivo aumentar en la wikipedia la casilla de años jugados en primera para regocijo de todos los que sentimos el club próximo.Puede juntar un año un elenco de buenos jugadores, que mezcle bien, pero sólo le dará para codearse con los que quieren jugar en Europa. Y poco más. Disfrutar de cada partido de primera división que se nos ponga por delante. Y ponerle mucha pasión y emoción. Eso sí, el club, por si alguna vez vienen mal dadas, por convicción, fidelización y economía, debe mirar a su casa y su escuela más que a las carteras llenas de nombres apátridos de los representantes. Distinción en el campo y en la grada. Por el buen camino.

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La gran decisión de Morales

la gran decisión
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San Mamés. 24 de abril de 2018. El Levante, que viajó a Bilbao con el aliento entrecortado buscando amarrar su permanencia, se hizo con la victoria (1-3). Enis Bardhi se salió a balón parado, José Morales lo hizo con un cabalgada soberbia, con la fortuna quien provoca el fallo del rival en un uno-contra-uno letal, de esos que confunden por la velocidad con la que lo hace. Cerró con ese gol el partido y la permanencia de forma estelar.

Es y ha sido imprevisible y, por eso, parece menos estético. Pero ese gol, que tuve la suerte de contar y cantar en la pasional y emotiva radio, tuvo todo lo que ha coronado al madrileño, al líder más obrero del fútbol, el jugador al que la internacionalidad hubiera sido una medalla porque el trofeo lo tiene. Si hubiera nacido en cualquier otro país, lo hubiera logrado. Aquí, el duopolio Madrid-Barcelona y la radialidad en la comunicación del país, hace que ser héroe por un día con La Roja no sea fácil, más bien imposible sin el foco mediático.

El Nuevo San Mamés fue testigo de uno de los goles más memorables de José Morales con el Levante (24 de abril de 2018)

«No hay ningún jugador, y mira que conozco, que reconozca de primeras que ya no es el mismo, que su carrera deportiva se va acabando», me decía un amigo hace unas horas hablando del rendimiento de José Morales tras el partido del Mestalla. Ayer, ante el Sevilla, se repitió. El Comandante, al que todavía le queda mucho fútbol, ha dejado de ser determinante porque no ha sabido reconocer (y no es fácil hacerlo) que debe adaptar su fútbol a su cuerpo, y no al revés. Ahora que supero el medio siglo, he llegado a la conclusión que la madurez es una etapa para disfrutarla, no para castigarse. Y en el caso de un futbolista, la madurez es temprana y dura: los focos del éxito se van extinguiendo. El futbolista se va apagando poco a poco y pasa a un anonimato que también ha de saber celebrar. Renace la persona, aquél chaval que disfrutaba jugando al balón en el barrio de San Isidro, en su Getafe infantil. Y su fútbol debe ir acorde con su carrera, con su trayectoria, con cada etapa de su vida.

Conozco a Jose más por lo que hace (no sólo en un campo de fútbol, sino lo que sé de él) que por quién es. De hecho, he tenido un par de conversaciones triviales con José Morales en algún desplazamiento, poco más. Otros sabrán más cosas de él por él mismo. Pero os aseguro que de sé de él… Y es por eso que puedo afirmar que El Comandante no se rinde, no da su partido por perdido. Se revela contra todo, quiere recoger ahora todo el cariño y fidelidad que él ha dado al Levante. Pero eso nunca lo va a decir. Aunque lo espera. Si está aquí y ahora, es porque ha querido. Sin duda. Oportunidades de salir, muchas. Siempre cerró la puerta. El Levante le sacó de la clase turista y le dio la oportunidad de ir en primera. Y él así lo ha expresado siempre. Esa inteligencia (es mi opinión) que ha mostrado siempre que ha defendido que quedarse en el Levante era lo mejor para él, es su mayor aval. Sobre esa premisa de cabeza bien asentada, José debe escribir su futuro más próximo.

A Morales le queda un año de contrato y se acerca el momento de la renovación. Más allá de cuestiones económicas -en las que no entro-, la lógica futbolera más cutre dice que tendría que renovar a la baja, por su edad y su rendimiento. Su fútbol da síntomas lógicos de agotamiento o, al menos, con chispazos cada vez más esporádicos. Y los clubes -sobre todo los pequeños- necesitan que los recursos estén lo más eficazmente empleados para sobrevivir. Pero eso no quiera decir que ya no sea útil. Ni mucho menos. Sólo que tal vez ha de cambiar su rol en el club, consciente de que la vida de un deportista de alto rendimiento es mucho más corta que su trayectoria deportiva y que los años de dulce se reducen a las portadas y parabienes de entre uno y cuatro años como máximo, a no ser que seas Leo Messi o tengas el instinto de Cristiano Ronaldo. En éste último caso -similar al de Morales– su físico marcará su final. En el caso de Messi, no. Andando (como juega ya muchas veces) es y será determinante.

La gran decisión

José debe perderse por Sevilla y tomarse unas cervezas con Joaquín que, cerca de los 40 y en su Betis de toda la vida, todavía sigue dando guerra y deja alguna que otra perla. Curiosamente, el Betis sufrió una de sus galopadas míticas. El gran Morales necesita un reseteo, sobre todo mental, necesita re-conocerse. Saber cuando su fútbol puede volver a lucir, para volver a ser letal. Debe hablarlo con el entrenador de turno, estudiarse, valorarse en su justa medida y tomar la decisión de hacerse fuerte en un vestuario que le necesita, esté o no en la pizarra inicial. Su gesto desencajado y desesperante cada vez que es cambiado, le delata y no le ayuda. Alguien quien se obceca en ser quien ha sido, simplemente se estrella.

José Morales debe renovar y el Levante debe renovarle, con cariño y con agradecimiento -ahí lo dejo- El club debía de haber aprovechado la pandemia para ofrecer un abrazo al jugador que mayor fidelidad le ha demostrado. Los aficionados nos quedamos con los Iborra, Ballesteros o Juanfran, los de la casa que siente el hierro. Pero todos se fueron a crecer en otros sitios (está claro que no era el mismo Levante el de entonces que el de ahora). Morales salió a Eibar y regresó para no volverse a ir. Se quedó incluso cuando el equipo bajó y fue el faro del equipo de Juan Ramón López Muñiz en el ascenso. Su rédito es infinito por ello. Pero el fútbol tiene escasa o nula memoria. El día a día y, sobre todo, las frustraciones cuando se encadenan malos resultados, hace que nadie esté a salvo de la furia, y más ahora con las redes sociales. Apartando a los voceros, la mayoría de granotas aplaudirán que el jugador de un paso hacia su nueva realidad y el club le reconozca los méritos y premie su sentimiento. No se trata de una renovación más, se trata del futuro de un futbolista ejemplar en su trayectoria deportiva. Un futbolista de club y del Levante. Sin más.

Foto portada: Web oficial de Levante UD, levanteud.com

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Dirigir el cambio

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Igual que el confinamiento invitaba a la reflexión -había tiempo-, la desescalada invita a la precipitación. Somos así. El primer segundo de cada nueva situación, festejamos: caminos apestados de nuevos runners, peluquerías llenas el día de la reapertura, bares abarrotados cuando levantaron la persiana. Por no hablar de los centros comerciales, la panacea del ocio urbano. Ahora, todo está igual que antes, o peor porque la economía no permite la euforia del inicio sino que invita a la contención. Quien no puede permitirse la peluquería, se compra el tinte. Ése es el lema tras la eclosión. Hablamos de la importancia de dirigir el cambio.

Todos salimos de la zona de confort, cansados de la soledad y a la espera de recuperar lo que queda de nuestra antigua vida. Con la recuperación, todo se ha ido poniendo en el sitio. Así gestionamos los asuntos propios. Previsión, momento, oportunidad y una nueva realidad, un proceso cíclico, con cambios casi diarios. Y no pasa nada.

Quien más rápido se adapte, mejor saldrá. A caballo con ello y hablando con la gestión público-privada, quien mejor domine el ansia, tenga mano izquierda ante la incertidumbre y decida con diligencia, también mejor saldrá. Hay que manejarse con la agilidad de una startup, capaz de adaptarse a los cambios de manera rápida y poco traumática, y la robustez de una gran empresa, de movimientos quasi funcionariales.

Aprender a cambiar…

Y digo ésto porque se debate ahora el nuevo curso escolar. Que si la ratio, la distancia, los protocolos, que si hará falta más gente… Pretendemos gestionar lo que pasará en septiembre (queda tan lejos), en una realidad que, a cada segundo, es cambiante. Cierto que hay que prever, pero lo malo es que lo hacemos con voluntad de permanencia. Y es un sinsentido. La desescalada nos ha enseñado a que se puede gobernar de dos semanas en dos semanas e, incluso, menos, con rectificaciones sobre la marcha. Y no pasa nada.

Una buena forma de dirigir el cambio es la de tener una mentalidad abierta, ser cambiante. Pero casi siempre, la burocracia (no sólo en lo público) es la piedra en el zapato que muchas veces nos impide andar. No nos adelantemos, pongamos fecha (a la reapertura) y hagamos una declaración de intenciones (lógicos protocolos, con horquillas muy abiertas). No vaya a pasarnos como con las mascarillas: cuando fueron necesarias, eran recomendadas. Y ahora que hay un gran debate sobre su uso generalizado (o no), son obligatorias.

Las medidas urgentes tienen que tener ese valor. Y no podemos mirar para otro lado cuando la evidencia nos lleve a pensar a la permanencia. Es la norma, hay que cumplirarla. Si no sirve, fuera. De hoy para mañana. No esperar.

«La desescalada nos ha enseñado a que se puede gobernar de dos semanas en dos semanas e, incluso, menos, con rectificaciones sobre la marcha. Y no pasa nada»

El próximo curso…

Entiendo que la gobernanza obliga a la prudencia, y así debe ser. Entiendo que en la educación es tan importante el conocimiento como la buena conducta. La apertura de los colegios supone la vuelta a la más absoluta normalidad, al fin y al cabo, seamos sinceros, más allá de la preocupación por la formación y la gran e impagable labor del profesorado y la importancia vital que tiene en la sociedad, es también la guardería que permite recuperar a los padres nuestra actividad. ¿Cómo será la escuela del curso que viene? Pero si hasta hace nada, no sabíamos ni cómo iba a acabar éste.

La gestión de la escuela es esencial en la programación de la vida de los padres (rutinas, trabajo, etc.) pero no por esa necesidad, hemos de adelantar decisiones de carácter permanente que, además, supone emplear muchos recursos (que no son ilimitados), como profesores, cuidadores, materiales, etc… Prudencia. Y, cuando se tengan evidencias, determinación. Si hace falta, adelante. Y, por cierto, ni una palabra de digitalización, trabajo en remoto o combinación de prácticas presenciales y online. Pinchemos el salvavidas.

Life goes on

No hay nueva normalidad porque, aunque hemos sufrido una importante (y tal vez necesaria) parada del reloj de la globalización, la realidad volverá a imponerse y volverá a ser universal, encontraremos el camino para vivir sin morirnos atacados por un virus, volveremos a sentir que los días no tienen la sensación agónica y encontraremos en nuestro quehacer diario nuestro sentido. La vida sigue (life goes on)

La intrahistoria de este miedo, de esta pandemia, de este confinamiento, quedará en nuestra memoria colectiva, con el dolor de todos aquellos que se han dejado a alguien en el camino. Algo que, desgraciadamente, no es nuevo, como ocurrió con las víctimas de guerras, terrorismo, accidentes de tráfico, catástrofes naturales, enfermedades, hambres o un largo etcétera de causas-. A toro pasado, puedo decir que mi abuelo se murió poco antes de empezar esta pandemia, con 102 años, a punto del 103. Y yo me alegro que se haya ido sin necesidad de conocer todo esto que nos ha tocado vivir. Ya tuvo lo suyo.

Toda esta situación acabará como un susto, del que (espero) aprenderemos. Pero se olvidará, se irá de nuestro día a día. Eso sí, creo que hemos aprendido para siempre a emplear un minuto, o más, en lavarnos las manos.

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Melero acerca el objetivo

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Gonzalo Melero, de penalti y en el último minuto salva un punto en Mestalla. Los goles, agónicos, al final, en un partido sin ritmo. Empate justo, por la campana. Poco fútbol. El Levante sigue plano. Un paso más para lograr el objetivo.

A Paco López no le ha afectado el confinamiento. Planteamiento marca de la casa del de Silla. Se le puede decir muchas cosas, pero por coherencia no será. Juntar a Rochina y Campaña está en su ideario. El del Puerto de Sagunto, dos impactos, sin ocasión clara. Pero viendo portería. A pierna cambiada. Es su mejor versión. Pero el ritmo del andaluz y el valenciano son diesel, y desprenden un ritmo cansino. El mismo que el Barça, pero sin Messi. Y claro. Todo muy reconocible, pero los partidos, además de dignos, han de dejarnos sensación de veneno. Y el Levante no lo tiene. Eso es seguro. Por eso su escaso bagaje en casa. Eso sí, el equipo responde cuando le pegan. Cualquiera que recibe un gol en el 88 se hunde. El Levante se fue a por el empate, y con uno menos. Y eso tiene su mérito, sin duda.

En tres cuartos de campo, el Levante es un buen equipo. Padece en las dos áreas. Le cuesta sacarse el peligro, y crearlo. Porque su ritmo es ese. En otro tiempo, Morales, por velocidad, rompía la monotonía. Y, aunque lo intenta, su confianza no es la misma. Roger es la otra arma. Tiene veneno pero es rematador, no se busca la vida. Si no tiene ocasión de hacer diana, se pierde. Aún así, es chico listo. Su aportación en Mestalla, como siempre, interesante.

La primera parte no ofreció nada. Carlos Soler encontró en Aitor el muro para no marcar, en la ocasión más clara del partido. El Levante tuvo una contra (cuatro contra dos) que mostró la falta de confianza de Morales. Apostó por Clerc, el de menor argumentos ofensivos. Y la ocasión se esfumó. Y poco más. A los puntos, el Valencia fue mejor. Pero no se notó. Los de Celades no están para tirar cohetes, con defectos similares a los del Levante. Cuando fue más agresivo, el Valencia creó problemas. Pero es cierto que, si al Levante lo dejas jugar, en cualquiera te la puede liar. En casa, con su gente, suele tener fogonazos que le han dado victorias.

Bardhi, la ocasión

Lo de los cinco cambios va a ser interesante. Da opciones a los técnicos, y ennoblece el trabajo de entrenador. Puedes jugar con lo táctico, lo físico o lo técnico en función del partido. La entrada de Melero metió una marcha más en el centro del campo. Mayoral está reñido con el gol, pero su participación mejora al resto, eso es indudable. El Levante empezó a jugar con la necesidad del Valencia, más lanzado, con todo: Ferran, Guedes, Rodrigo y Gameiro. Sin noticias ofensivas. En un despiste local, Bardhi se encontró sólo en el área, buscó asistir y se olvidó de ver portería. Todo se quedó en nada. Ofensivamente, el Levante no estuvo. Se le esperó, pero no llegó.

Roger, roja

Nada más hacer el segundo turno de doble cambio (Toño y Radoja por Vukcevic y Bardhi ), llegó la expulsión de Roger por entrada a Guillamón. Las dos tarjetas no hacen una roja. Pero la segunda es tan justa como innecesaria, dejando al equipo mermado. El cambio por problemas físicos de Campaña, un inconveniente más. De los centrocampistas titulares, ni uno, todos cambiados. Prueba de que para Paco el mediocampo es su linea estratégica.

Imagen

El conformismo se suele pagar. El Levante fue poco atrevido y ambicioso, y la pudo pagar en el momento definitivo. Guillamón sacó uno de sus mejores talentos para ceder a Gayà y su centro marca de la casa, lo remató Rodrigo ganándole por una bota a Vezo, en su único despiste. El portugués obligó a errar a Diakhaby en la jugada definitiva. Tras consulta con la sala VOR, se señaló penalty, que Melero transformó.

Destacar:

Vezo-Postigo

No es una errata. Si en otras ocasiones, los centrales ofrecieron inseguridad, en Mestalla fueron un muro. Hasta el gol de Rodrigo, que se adelantó a Vezo en un centro de Gayà. El resto, casi insuperable.

Roger

Reconozco que es una debilidad. No tuvo ocasiones, pero sus movimientos son de ‘9’. La expulsión un punto negro. Y además no podrá jugar contra el Sevilla. Mayoral es y debe ser titular. Su aportación al grupo es brutal. Lástima que no tenga pólvora.

Campaña

Parece que no está, pero siempre aparece. Es el termómetro, para lo bueno y para lo malo. De sus botas, siempre puede salir algo. Sigue sin tener ascendencia sobre las jugadas a balón parado. Las saca casi todas, y pocas tienen chicha.

Alineación

Aitor; Miramón, Sergio Postigo, Rubén Vezo, Carlos Clerc; Vukcevic, Campaña, Rochina, Bardhi; Morales y Roger.

Los cambios

Mayoral por Morales

Gonzalo Melero, por Rochina

Radoja, por Vukcevic

Toño, por Bardhi

Pablo Martínez, por Campaña

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De nou el futbol, torna el Llevant

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LA GRANOTERA


Menys de 24 hores per a la represa de La Lliga. Al Mestalla, on mai no has guanyat. En una situació inèdita. La capacitat de sorpresa és pròpia de l’època en què ens està tocant viure. Torna el futbol. Se viene La Granotera. Benvinguts.

Als 11minuts, Roger Martí feu l’últim gol del Llevant fins a demà. Va ser a Orriols, contra el Granada (1-1). Era el moltparlat 8 de març, el dia en què tot sembla que va començar a trontollar, amb el coronavirus cirulant amb força pels nostres carrers… Tres mesos després, torna la lliga. I de quina manera. D’un derbi amb sabor i olor a Falles, a un derbi amb Mestalla buit, sense sorolls, ni pòlvora. Un derbi de mascareta o en els sons seran els dels jugadors. Quin canvi. Per cert, que un enorme i farcit de complicitat i potència el cartell el que han elegit els clubs per promocionar la tornada a la competició. Un cartell que es quedarà en la nostra memòria col·lectiva i futbolera per sempre. L’excepcionalitat de la situació, ho mereix. Força.

Un derbi para levantar Valencia
La sensibilitat de Jorge Lawerta, autor del cartell del derbi. Enorme

Sospite que no vorem un gran futbol. Sospite també que ens anem a trobat estranys i rars, sense molta ànima, amb camps buits. Però hi ha ganes. I els futbolistes van a haver de lluitar contra tres elements: els rivals, la seua condició física i l’absència de públic, un element encoratjós que augmenta el seu rendiment, tant si els hi ve de cara com si els rep en contra. Hi ha qui es motiva quan tot el món el xiula. En eixe context, em preocupa la fragilitat mental d’este equip, incapaç de rendir a domicili i que ha demostrat (són dades) que es protegeix amb la seua gent. Més be, s’exigeix més quan juga un casa, com una mena d’exercici de justícia. Ells venen, nosaltres guanyem. Tres partits ha guanyat fora i no n’ha empatat cap, el quint pitjor equip a domicili. I estic d’acord amb algunes opinions que s’han sentit esta temporada: a l’equip li falta una miqueta de caràcter, entés com mala llet. Però, també es de veres que amb els grans ho ha fet be (victòria al Barça o a Anoeta contra la Reial Societat, per eixemple)

Llevant, jutge o víctima

És este argument al qual podem agafar-nos. Perquè el Llevant te pinta que va a ser un dels jutges del campionat. Esperem que siga així, i no víctima, de la lluita per la Champions i Europa. Rep el Sevilla, la Reial Societat, l’Atlètic del Cholo Simeone, i el Getafe de Pepe Bolrdalás en l’última i estiuenca última jornada. A domicili, visita Mestalla. La resta, rivals més directes (Espanyol, Mallorca, Celta i Valladolid). O siga, una oportunitat per fer-se fort d’una volta fora, i tractar d’emprar la seua nova casa de La Nucia per a enlairar-se cap a la tranquil·litat.


«És este argument al qual podem agafar-nos. Perquè el Llevant te pinta que va a ser un dels jutges del campionat. Esperem que siga així, i no víctima, de la lluita per la Champions i Europa»


Ni optimista ni pessimista. Simplement, és una lliga nova, rara, inèdita. Res a vore amb el que hem vist. I este és un dels atractius de la nova lliga de Tebas. Sí que hi ha un element a tindre en compte per al derbi: ni València ni Llevant han defensat be esta temporada. Els dos encaixen i els dos han tingut problemes d’efectius en la defensa. El Llevant recupera Rober Pier. El València tirarà de Mouctar Diakhaby o d’Hugo Guillamón. Sense públic, serà un partit obert. L’ocasió és la de fer història: guanyar el primer derbi a Mestalla i guanar el derbi a porta buida. Quasi res.

Jugar o no jugar…

Es preguntareu si pense que, tal volta, no havia de reprendre’s amb esta situació de pandèmia. Jo, en general, sí hi sóc partidari. La desescalada no respon a criteris exclussivament sanitaris (sí ho serien, en situació de colapse sanitari o contagi massiu), sinó globals. El futbol, més enllà de l’esport, el sentiment dels aficionats, tot el que l’envolta, és sinònim de normalitat. Per això, tot este rebombori a Europa. L’equipare al Tour de França, que es disputarà i no així la Ligue 1. Es busca el colp anìmic de normalitat en la població.

Molt del que es diu o es fa, a hores d’ara, respon a criteris més educacionals que sanitaris. En tot cas, es podria haver tancat la lliga, haver donat temps per a la pròxima i arreglar el pati. Però, problablement, el mal econòmic per alguns haguera sigut irreparable. Similar a la restauració. No és recomanable obrir (per contagis). Però o obris amb messures o tanques per a sempre. I és difícil A priori, sembla que l’impacte sobre la pandèmia no és molt important (la Bundesliga n’és un exemple). El necessari equil·libri entre economia i salut juga en favor dels clubs.


TORNA LA GRANOTERA

Imatge web del Levante UD

La Granotera torna, ara des del meu nou blog De Perfil, i vos he de dir que intentaré parlar de temes d’interés granota , però sobre tot, intentaré fer eixes cròniques dels partits, una visió personal amb un talant crític però constructiu. Unes cròniques de La Granotera que vaig començar a escriure en el meu benvolgut Official Press. Amb la llibertat d’utilitzar tant el valencià com el castellà, sense cap intenció més enllà d’expressar-me en totes dues d’una manera habitual. Espere que siga un punt més de debat per als granota, i espere també que prompte podem gaudir d’un any menys del nostre Llevant en primera.

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Dos rutas, las mismas ganas…

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Estamos a punto de finalizar las Fase 2 de desescalada, y todavía con rutas dentro de la misma provincia, y parada obligatoria a las 10. Por eso, no seguimos el libro de rutas. Dos recorridos, Pedralba y el Pico, con el mismo final: ganas de pasarlo bien…

Yo elegí el trazado por El Pico, Canteras y Oronet. Subida exigente, sobre todo a partir de Bétera. Pocas veces vamos a rueda, pero esta vez, lo hicimos.

Vaya ritmo! Mirad, mirad… lo corrabora esto que apareció después en el whatsapp:

Al final, ‘armosaret’ en el Oronet (sin foto, se nos pasó a todos), con la presencia de Felipe, en fase de recuperación. Al final, fieles a nuestro espíritu, tras el Oronet, un recorrido corto (volviendo por Náquera) y otro más largo (por Algimia). En el primero, yo, Felipe, Tranvi y el Rochi. En el segundo, Pastera, Roque y Bienve…

El otro grupo, con Ximo, Pepe y Sergiete, se fueron ‘de toboganes’. Misma comarca, distinto perfil… Casinos, Pedralba y vuelta por Riba-roja. 120 km…

Como no podía ser de otra manera, la prueba del buen ‘rollo’ en el ‘armosaret’

Aquí os dejo el video que grabó Bienve… Cámara delantera de su bici. Montaje y música, del mismo ‘crack’ Bienve….

Próxima etapa, si se sigue el programa de salidas (última con límite provincial)…

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