Poliamor

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No se trata sólo de sexo. Se trata de relaciones no basadas en la posesión.

«Hace 100 o 200 años, y en la mayor parte de la historia, la familia era una unidad política y económica, no afectiva», así se expresaba Youval Noah Harari, el profesor de historia de la Universidad de Jerusalem, en una entrevista reciente. La ligazón afectiva ha variado también nuestro concepto de relación. Las familias- unidades económicas no se rompían, si no es por fuerza mayor. Hoy, parte de la seguridad que ofrecía aquella unidad familiar, la facilita el Estado. El amor es libre de expresar las nuevas relaciones.

A María…

Ya os avanzo: ni amor para toda la vida, ni poliamor. Este artículo es una especie de encargo de mi amiga María, la gallega, quien, tras una larga conversación en la que surgió este tema, me envió un texto muy largo, de esos que aparecen por las redes -anónimos pero a los que siempre le encuentras algún fragmento con mucho sentido- hablando sobre el poliamor, vocablo culto que esconde la crudeza del vulgar follamigos‘. Suena mal, la verdad. De todo ese gran texto, me quedo con el final: te quiero mía/o, pero sin que estés conmigo. Mucha miga. De esa conversación surgió este post, casi por encargo.

Improviso haciendo una aproximación más intuitiva que académica:  el amor es un sentimiento, y por tanto huye de la racionalidad, de la lógica, no tiene medida ni proyección. Si se tuviera que hacer un proyecto empresarial del amor, simplemente no sería posible. Aplicar racionalidad a la emoción es, simplemente, un atrevimiento inútil.

El sentimiento aplicado del amor sería una relación. Con vaivenes, idas y venidas. Un tobogán de sensaciones, una bolsa de acciones que suben y bajan, siempre ligadas por algo que se viene mucho más racional: la costumbre del afecto. Una relación, por ser el amor un valor poco seguro e incontrolable es, por definición, inestable y finita.

Así las cosas, el poliamor es un vocablo que viene a definir el ‘amor libre’, como expresión sin trabas éticas del deseo, de la pasión. Y parte de ese amor nace de la necesidad de cubrir un instinto básico como es el sexo. Esconder ese deseo, como han hecho muchas sociedades en la historia, al menos en los dos últimos milenios, es como tapar una cazuela en ebullición: el agua sale por todos los lados y escalda todo lo que encuentran a su paso. Los abusos son ese agua en ebullición, y las prohibiciones, la tapa. La vergüenza del que exige algo y hace lo contrario. Es la doble cara de la ética. Las puertas giratorias del celibato. Es lo que tiene demonizar el instinto. El sexo, para la procreación. Eliminar los instintos es un imposible. Igual que la Ley Seca  en Estados Unidos generó alcohólicos en serie, el celibato ha multiplicado predratas y puteros con sotana,  generalizando la hipocresía de un mensaje moralizante, no ético. Aunque hay que puntualizar: una manzana podrida puede pudrir al resto, pero no presupone que todo el manzano esté enfermo.

De Eros a Cupido

El amor, el deseo, el instinto, la pasión, el sexo… De los griegos a los romanos, de Eros a Cupido, de Afrodita a Venus. «El amor no puede crecer sin pasión», le dijo el oráculo a Venus, la Diosa del Amor cuando le pidió ayuda por el débil crecimiento de Cupido. La mitología ya entendía de estas formas de amar. De hecho, era lo normal. Hoy, mediatizados por aquellas creencias que satanizan, no sólo el poliamor, sino amar a más de una persona a lo largo de nuestra vida, sigue pareciendo perverso, pero menos.

¿Se puede amar a más de una persona a la vez? Tal vez, culturalmente, nos cueste, por aquello de que siempre nos han contado de que se ama una vez en la vida y es para siempre. Se puede amar a más de una persona, por supuesto que sí. Trasladar el principio (más de un amor) a una relación lleva implícito la aceptación de que la red de relaciones sean lo más simétricas posibles para que funcionen sin interferencias. Y no suele ser así.

Este verano, una entrevista del CIS, revelaba que los votantes de Podemos y de Vox eran los más propensos a practicar sexo sin amor. Una prueba de que el origen del poliamor no es ideológico. Por razones opuestas, se llegan a las mismas soluciones, demostrando aquello de que los extremos se tocan. En los dos casos, el sentido de propiedad, la clave. Los unos la niegan, los otros deciden solventar la falta de pasión, sin poner en riesgo la institución (posesión). En ninguno de los dos casos se habla de amor, sino de sexo, un vínculo menor. Pero, al fin y al cabo, no deja de ser un vínculo.

Pero también es cierto que la misma asimetría de una relación con varias aristas, se puede aplicar a una relación de pareja, sea cual sea su condición sexual. Aunque es más fácil llegar a una entente entre dos personas que entre más. Las asimetrías en pareja pueden ser complejas, pero subsanables. Los desequilibrios de los poliamores simplemente destruyen el poliedro y te obligan a reconstruirlo con nuevas aristas. Asumamos que, de acuerdo con el círculo de relaciones del poliamor, hay uno de los vínculos que, por la razón que sea, puede salir de esa relación entre iguales. Fin de la historia.

La clave, uno mismo

Sin tener una opinión formada del todo, la clave, a mi modo de ver, está en uno mismo, en tu propio equilibrio y en tu propio gusto, lejos de modas y un coolismo igual de rancio que el celibato. Sobre todo, es importante admitir que lo que no depende de uno, deja de ser importante. Si todos dentro de ese poliedro son conscientes de que se puede romper en cualquier momento, perfecto. No habrá damnificados. Lo valiente es apostar sin mirar atrás. Yo, lo reconozco, sería torpe en el poliamor, pero no por prejuicios sino por mi propia forma de emocionarme y de sentir. Me pone pensar en global en una sola persona, sin necesidad de reprimir ningún instinto básico. Porque es básico aquello de que si tienes todo lo que deseas, no es necesario salir a buscarlo.  Es un poco cartesiano, pero es una manera de querer y, sobre todo, de quererse.

Lo contrarrevolucionario, como escribía en Salir corriendo, es tal vez no dejarse llevar por aquello de «lo quiero aquí y ahora». Y digo tal vez, porque no me atrevo a juzgar como bueno o malo. Simplemente, que conmigo no cuenten. Al final, el poliamor es una forma moderna (como cualquier servicio de consumo digital) de consumir amor, haciendo posible tener lo que uno desea en cada momento, eso sí sin necesidad de pagar por ello. No seré yo quien juzgue cómo ame, viva o se relacione nadie. Lo importante, como decía entonces, es encontrar un gran proyecto que nos dé para tener una vida lo más feliz posible. El poliamor no deja de ser una opción pero, para mi, más como recurso nunca como leitemotive. Repito, y no por cuestiones éticas o estéticas, sino más bien, prácticas. Si el amor para toda la vida es una quimera, el poliamor es una utopía, eso sí, muy snob.

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Jugando a ser ciclistas

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El sábado salió el ECM y Bienve faltó (mira que tienen que caer chuzos de punta para que eso pase, y ni aún así). Luego me enteré que llevaba dos años sin faltar. Si había salida ECM, Bienve siempre estaba. Y ayer, no. Y se le echó de menos. El escudo o el pegamento, la referencia. Cada recorrido lleva su sello, cada parte de ese recorrido tiene su miga, su pequeño esprint, el lugar donde atacar, sufrir, bajar. Carreteras y caminos muchas veces desconocidos. Recorridos para todos los gustos: rodadores, escaladores, incluso esprinters. Se busca el registro, la media más alta, a veces hasta el KOM de Strava. Cada ruta lleva su sello y, además, no hay cruce o variante complicada en el que no esté el bueno de Bienve esperando para que ninguno se quede in the middle of the nowhere (si no sabéis lo que es, lo buscáis en Google)

Bienve es calculador, sabe sus fortalezas y esconde sus debilidades. Como sus recorridos, es siempre una sorpresa. Nunca sabes cómo va. Reserva o se va por delante, esprinta en su cota preferida del Col de Fabián, o se deja llevar. Espera a quien flaquea (yo mismo he visto como muchas veces me ponía su rueda). Por eso y porque siempre está, nunca se le había podido echar de menos. Hasta ayer, claro. Nos pidió foto del almuerzo, sabemos que en todo momento iba a estar pendiente de la ruta. Seguro que en su cabeza estaba esa marcha mortífera desde casi la salida (bueno, ayer esperó un poco más), los ataques, los descansos. Mirar adelante, mirar atrás. Seguro que se hubiera descojonado con la enésima pérdida del Roxi. Los recorridos no están hechos para él. Si es izquierda, elige derecha. Si no hay que pasar por el pueblo, se mete. Si, como ayer, había que seguir la carretera recta de Castellnovo a Almedíjar, él se encarga de encontrar el error. Bueno, Bienve hace las rutas, y el Roxi las perpetra (consejo, nunca os bajéis su track). Nada nuevo. Un clásico. Alborozo y risas en el almuerzo. Una más.

Foto de almuerzo en Chóvar, 16/10/2021

El tío Bienve es el ocurrente (obviaremos aquí su tema estrella, cinematográficamente hablando), pero sí hablaremos de sus videos, sus montajes… El que monta la parafernalia de las cámaras, y luego los videos. Horas de grabación para escoger los momentos. Sé de qué va eso, y lo que cuesta. Y Bienve, el pegamento del ECM (el que une cualquier grieta, la cubre), es el encargado de construir nuestra memoria colectiva, con nuestros videos y con la cuenta de Instagram, adonde van a parar todas la imágenes del ECM, equipo del que, como dicen los más veteranos, es socio fundador y, por tanto, con mando en plaza y derecho de veto, como los chinos y la ONU. Quasi res porta el diari.

Y nos dieron…

Pero si siempre he destacado algo de Bienve es su cyclingstylelife. Su modo de afrontar esto del ciclismo… de aficionados. Lejos de salir con la bici, de hacer algo de deporte, almorzar y luego irse a casa, Bienve es uno de los que ha puesto el adnECM. No salimos con la bici (no sólo), salimos a ganar (al otro), a divertirnos, a emular a los mejores ciclistas del momento. Tenemos el momento Alaphilippe, ataque descomunal en pequeña tachuela para ganar el campeonato del mundo. El momento Tratnik, cuando el Pastera emula al tractor del Bahrain y ponde uno de esos ritmos infernales que nos deja a todos (menos uno) casi sin aliento. Pasar por Estivella es acordarse de Roque y su frontera. El callao de Carlos, silencioso ritmo que te deja doblado. Felipe nunca se arruga, aunque se descuelgue. Ximo, el eterno Ferrari a ritmo de coche de autoescuela. Los colombianos Javi, Sergiete y Angelillo, el Pepe gruñón al que siempre le chorrea… O todos los que han ido entrando en ruta últimamente, como Alberto o Manolo. En fin, que cuando nos deja el ritmo (pocas veces), lo llegamos a pasar relajadamente bien…

Porque caso aparte es tormento,. Si Bienve es el pegamento, Roxi es nuestro Van Aert particular, nuestro boxing bag, al que a todos queremos hacer sufrir, aunque siempre es él el que nos machaca, sábado sí y sábado también. Uno de los alicientes del ECM es ése. Y ahí es donde Bienve vuelve a sacar el diccionario : «Yo me guardo para hacer feliz al Roxi«, suele decir. Es decir, atacarlo, ponerlo a prueba, hacerlo sufrir. Asi que, parafraseando al gran Sabina… podemos decir aquello de que y nos dieron las 8, las 9, las 10 y las 11… las 12, la 1 y las 2… Y, jugando a hacer ciclistas conseguimos que muchas veces pensemos que «el fin de semana se acaba los sábados a las dos de la tarde» (otra gran frase del libreto de Bienve). El sábado que viene, más.

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Piénsenlo

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Hablando con mi madre, me doy cuenta cuán de daño ha hecho la pandemia. No creáis, mi madre es, además de las formadas e informadas, de las que no se cree una verdad por mucho que se la repitan en la tele. Pero está confusa y, sobre todo, tiene miedo todavía. Y va para largo. Ahora vivo en Serra, en la Serra Calderona, un pueblo de poco más de 3.000 habitantes. Desde hace tiempo, las cifras del covid aquí son casi inexistentes. Y la gente, en su mayoría de edad avanzada, sigue mayoritariamente llevando la mascarilla por la calle. Tienen miedo. Y el cambio de obligación a recomendación ha surtido efecto. Excepto los que ya estábamos convencidos que el uso generalizado de la mascarilla ha sido más una medida disuasoria que de protección real, el resto sigue igual. El miedo sigue teniendo muchos adeptos, pero genera desconfianza. Y no confiar no es la mejor manera de crecer. Sin caer en la euforia, necesitamos mirarnos las caras ya.

Y es que el gobierno ya ha anunciado que quiere retirar las mascarillas (en espacios cerrados) en la primavera de 2022. O sea que lo de vida normal se retrasa. Lo de la nueva normalidad se quedó en un eslogan . Se había especulado con este mes de octubre cuando la vida volviera a ser la que tuvimos. Pero parece que no va a ser así. La medida afecta casi a la totalidad de la población porque la gran mayoría compartimos espacios cerrados (oficinas, clases, almacenes, hoteles, restaurantes…) en nuestro lugar de trabajo. O sea, que no desparecerán y que seguiremos utilizándolas sin que haya una relación causa/efecto ahora realmente justificada. El virus (como casi todos los virus en la historia de la humanidad) está desapareciendo y, cuando lo hace, se ha quedado en poca cosa. Y eso no son opiniones, son datos.

Mi octogenario tío se contagió hace poco de Covid. Unos días aislado, y vida normal. El virus no va a desaparecer (seguimos sumando contagios). Será endémico, y lo tendremos, cual gripe, entre nosotros. Hace unos días me encontré a un amigo mío, uno de los primeros que se contagió de covid. Estuvo ingresado. Ha sido activo en redes sociales, exigiendo precaución y denunciando toda imprudencia. Eso de cara al exterior. En el cara a cara me reconoció que la enfermedad ha afectado a los que, como es su caso, tenían patologías previas.

Sí hay excepciones, seguro; pero son eso, excepciones. Por mucho que la consigna haya sido que el virus nos afecta a todos por igual, tomar la anécdota por el global es una vieja táctica intimidatoria. Si decimos que los jóvenes también enferman de gravedad, y nos vamos a buscar sólo a la excepción, estamos informando de forma correcta (porque es cierto), pero también estamos incurriendo en una mentira comunicativa: la excepción nunca puede generar un argumento para una situación global. Con la transparencia y la verdad, como le digo a mi hija, se llega antes a cualquier sitio. Vacunación y nuevas terapias están haciendo descender los números. El certificado covid en las empresas, la tercera dosis de la vacuna y el control y seguimiento de los más vulnerables deberían ser ya el nuevo escenario. Pelillos a la mar y a recuperar el tiempo perdido, que falta nos hace.

Prueba-error en la desescalada

Y no es necesario tomar medidas absolutas. O todos, o ninguno. Vamos con una consigna empresarial que podemos aplicar casi a cualquier aspecto de la vida: el prueba-error. Comiencen, como prueba-piloto, por algunas aulas de distintos colegios (eso sí, de alumnos y profesores vacunados), empresas pequeñas o medianas. Recuperen la normalidad con los viajes para mayores y hagan excepciones con los más vulnerables. Tomen nota, analicen y, si encuentran alguna incidencia desconocida o no esperada, ya rectificamos. Y si no es así (como se preve), avancen en la apertura. Hasta primavera mirándonos sólo a los ojos, quitándonos la máscara en cualquier salón de bar, besándonos y abrazándonos en casa, viendo el fútbol al aire libre con mascarilla, llegando a la salida de una prueba ciclista con mascarilla y mientras los ciclistas pasando por pasillos de gentes en un puerto, sin control y sin mascarilla. Y, lo que es más grave, viendo como muchos de nuestros mayores, de forma generalizada, y otros conciudadanos siguen espantados, confundidos por el mensaje: desaparece la obligación de llevar la mascarilla por la calle pero se mantiene la recomendación. Hay peligro, piensan. Y por si acaso, se la ponen, aunque no haya nadie a su alrededor. Desconfían del poder.

Nada de conspiraciones, por favor

Comprendo que se ha de ser cauto, pero el erre que erre con la mascarilla, me suena a aquella famosa receta de austeridad en la salida de la crisis económica de las subprime y la burbuja inmobiliaria.que ahogó el consumo y la economía, agravando la situación social y económica de muchos ciudadanos. Anunciar todos los días los contagios (y la tasa de contagio) responde al mismo patrón. Y no es que haya una actitud maléfica en el mantenimiento de esa estrategia, como negacionistas y conspiratorios defienden. Para nada. Es, simplemente, el miedo propio de cualquier gestor a volver a dar la cara con la gestión de una nueva ola, poco probable con los resultados de vacunación en la mano. Si seguimos igual, ¿para qué nos hemos vacunado?, se pregunta mucha gente.

El gobierno acaba de aprobar un plan para reducir el efecto de las enfermedades mentales y suicidios, cifra agravada durante la pandemia. Desde hace tiempo, hay un dominio epidemiológico en la gestión de la crisis, que mantiene el perfil bajo en las medidas de desescalada. Pero antes de aprobar un plan así, habría que empezar por atajar el virus de esta nueva pandemia que no es otro que la cantidad de afectados por el miedo al contagio y a la muerte, propia o de los más próximos. De nada sirve pagar un psicólogo si se mantiene viva la llama de la pandemia a través de su símbolo mundialmente reconocido, la mascarilla. Mientras veamos tapabocas, no podremos ver sonrisas y nos recordará, no que el virus sigue entre nosotros (nunca se va a ir del todo), sino que nos va a matar o nos va a dejar secuelas de por vida, y que morir es algo generalizado, cosa que no ha pasado ni siquiera en la fase más dura de la crisis. Mientras sigamos con la mascarilla obligatoria (otra cosa es, después, lo que la gente haga o decida personalmente), no nos sentiremos libres y no podremos empezar a pasar página. Piénsenlo.

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Una oportunidad perdida

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LA GRANOTERA.-Caicedo, Koné y Martins fueron ‘nueves’ de Manolo Salvador (entonces director deportivo del Levante), allá cuando el equipo luchaba por la permanencia, objetivo que no ha variado aunque la exigencia del entorno sí haya cambiado. Cuando Paco López llegó dije que, por quién es y cómo ve el fútbol, por ser granota de cuna y porque es una persona cercana y preparada, él podía ser el técnico del adn granota, el que impregnara un estilo, una manera de jugar y, también, una manera de comportarse de los jugadores desde que entran en la Escuela hasta que llegan al primer equipo. Un día, Manolo, entonces director deportivo y con mando en plaza en el club, me dijo que el Levante tenía que cambiar de estilo, buscar otro fútbol para que su futuro no dependiera de la suerte de un sólo jugador, de un nueve que marque 13 goles una temporada, que esa era una apuesta arriesgada. Y así fue, el riesgo se llevó al equipo a segunda (por otra parte y por desgracia, estado natural del ciclo de vida de un club profesional en España integrado en la clase media).

El rápido ascenso y la llegada de Paco cambió el paradigma. Paco López es un entrenador de escuela (la escuela de entrenadores valencianos), metódico, estudioso y, mientras mantuvo la frescura, su estilo fue agresivo, tomaba decisiones con acierto y celeridad. Cuando con la pandemia llegaron los cinco cambios, fue el mejor entrenador en adaptarse, por aquello de ver bien los partidos. Pero el día a día de un vestuario que ha cambiado poco en los últimos tiempos hace que la lógica del desgaste (en las relaciones entre los profesionales, las dinámicas, todo…) se intoxique. Y, como siempre, sin cambios en la plantilla y en el banquillo, el ambiente (por lógica, no sólo en un equipo de fútbol, sino en cualquier colectivo profesional) se deteriora. Sin ser la causa directa, cuando las cosas van bien, todos estos choques se aparcan. Cuando aparecen las dificultades (malos resultados) todo eso que estaba latente, flota. Nada que nos deba sorprender (a mi, al menos, no), y hay que gestionar. Y a Paco, que otras tantas veces, le salió bien, ésta le ha salido mal.

Final en verano…

El final de la temporada pasada fue un síntoma, del que nadie quiso tomar nota. O, mejor dicho, todos sabían lo que había que hacer y nadie quiso afrontar. Sobre todo, Quico Catalán, el presidente. Cuando Manolo mandaba en plaza, Quico sólo regateaba las condiciones y firmaba. El paraguas de Manolo y los buenos resultados, fueron un remanso de paz. Llegó el descenso y apareció Tito, un técnico de perfil más mediático, cercano y con la etiqueta de Director Deportivo, que tomó decisiones, unas acertadas y otras no tanto. Lo que pasa es que en los aciertos hay puñetazos por su paternidad, y los errores son huérfanos. Con el adiós de Tito (bueno, y antes, porque por ejemplo Quico ya negoció de forma directa el fichaje de Il Pazzo), el presidente puso fin al modelo del éxito: renunció a tener un director deportivo fuerte para tener el control del departamento. Pasó de ser el supervisor que asume las decisiones de sus profesionales, al creador y ejecutor de las mismas, como en su momento ya os conté aquí.

Y eso en el Levante está pasando y pasará porque así lo ha decidido el presidente. Dejémonos de señalar al departamento deportivo, que llegaron más como asesores y escudos, que como profesionales con capacidad última de decisión (no quiere decir que no la puedan tener, sino que no se la dan) . El mercado estival post Tito lo organizó el presidente, mano a mano con Paco López -no había nadie más-, y no presentó al nuevo equipo deportivo hasta bien entrado el verano. Es ese el verdadero día a día del club. Lo que se hace (o no), no depende de quien propone (o le cuentan), sino de la valoración (y no sólo económica) del único que toma cualquier decisión. Es el modelo Florentino o, si lo queréis, el modelo Villarroel, el mismo que decía que él era el mejor secretario técnico y que si él entrenara el equipo hubiera estado muchos años antes en primera.

Quico, con la marcha de Paco y el susto en el cuerpo, tiene y debe volver ahora a la idea original: confiar en un departamento deportivo potente y que trabaje a tope por conseguir los mejores futbolistas de acuerdo a una idea o estrategia global. Necesita un director de fútbol del club, necesita recuperar el adn para que todo el mundo sepa qué hay a que hacer y cómo formar.

Quico, con la marcha de Paco y el susto en el cuerpo, tiene y debe volver ahora a la idea original: confiar en un departamento deportivo potente y que trabaje a tope por conseguir los mejores futbolistas de acuerdo a una idea o estrategia global. Necesita un director de fútbol del club, necesita recuperar el adn para que todo el mundo sepa qué hay a que hacer y cómo formar. Y esto entronca con mi defensa y apuesta absoluta de una política de cantera integral que permita la supervivencia de un club, ahora lastrado por contratos largos que tuvieron origen en un momento en que la inflación llevó a cometer locuras. Las renoventas, las apuestas por contratos caros a jugadores que llegan libres (último, el caso Soldado), todo eso están en la base del adiós de Paco, al que no libero de su responsabilidad, por supuesto, futbolísticamente hablando.

La última rueda de prensa del Levante, la de la presentación de Shkodran Mustafi, fue un claro ejemplo de qué es ahora mismo el club. Durante el acto, habló sólo el presidente, y Manolo y David asistieron a su lado pero en silencio. Cuando Quico inició su rueda de prensa (y a pesar de que se iba a hablar de cuestiones deportivas y de mercado), Manolo y David bajaron del pupitre y se sentaron en el patio de sillas de la sala de prensa. El club escenificó su estructura de gestión deportiva. Y eso ha pasado. El presidente, por ejemplo, era reacio de inicio a la llegada de Roberto Soldado una operación cara y arriesgada, no por falta de calidad del jugador, sino porque el valenciano está ya en el final de su carrera y se desconoce su rendimiento. Y llegó cuando dio el visto bueno (económico y deportivo).

Presidente y entrenador eran consciente que el ciclo empezaba a agotarse. Las dificultades del mercado, los problemas que se generan en cualquier vestuario tras cuatro temporadas y con la misma columna vertebral de la plantilla, el final de temporada sin triunfos y un equipo que se dejó ir y al que Paco no pudo hacer reaccionar, todo eso motivó este estado de final de ciclo. Paco buscó salir en verano, pero a Quico le cuesta mucho tomar esas decisiones. Mantuvo (y lo hizo hasta hace dos semanas), que su continuidad está «absolutamente» asegurada. El miedo del presidente era que Paco se fuera libre y pudiera triunfar en cualquier otro sitio. El mismo miedo que motivó el giro de última hora con Pepelu, cuando apareció el interés del Getafe, y por eso se quedó. Allí tuvo que acabar la obra de Paco, de forma cariñosa, sentida y con un gran acto de despedida. Ahora, sólo tres meses después, el final del bueno de Paco es triste y, una vez más, la puesta en escena de ese adiós, una falta absoluta de elegancia y respeto hacia uno de noi como es Paco L´ópez. Un frío comunicado para un abonado del club que, con sus defectos y virtudes, nos ha dejado en la retina tanto de lo que disfrutar, que duele sólo leerlo para darse cuenta que el Levante ha estado torpe y con poca sensibilidad en su adiós

La controversia por el modelo…

Porque lo quieran o no, los que han defendido que con el equipo que hay se podían haber conseguido mejores resultados, han creado ese caldo de cultivo de oposición a la figura de Paco en el Levante. La racha negativa es incuestionable, y el equipo se ha muerto por donde creció, la falta de gol. Los clubes y los equipos tienen su idiosincrasia. El juego de posesión -mal llamado tiqui-taca- no deja indiferente. O eres admirador o lo odias. Cualquier otra forma de jugar está sujeta a más tolerancia. Y una parte de la afición del Levante no quiere oír hablar de ello, lo que en su momento hablé del miedo granota, escenificado en un no te compliques frente a la teoría de salir con el balón jugado.

Hay que saber qué tipo de jugadores tienes para hacerlo, pero las plantillas de Paco han tenido esa característica y esa habilidad. Con fallos? Evidentemente. Pero, en general, ha dado mucho más alegrías que sustos. Lo que pasa es que los errores hacen más ruido que los aciertos. Y cuando la pelota ha dejado de entrar, el argumento de debilidad ha tomado más cuerpo y más peso. Por eso, casi todos los críticos (no sólo periodistas, sino entrenadores, jugadores, etc.) que han opinado desde fuera del Levante de Paco han hablado de injusticia en la destitución del de Silla. Con más aciertos que errores, Paco ha cumplido con nota su cometido. El exceso de expectativas de una parte de la afición (que tiene todo el derecho a tenerlas, ojo) ha sido el run run que el de Silla siempre ha tenido en su oído. Yo creo que, con el tiempo, recordaremos con nostalgia y reconocimiento la gran obra de Paco en su Levante. Para mi, su destitución es una gran oportunidad perdida para construir algo duradero y no sujeto al día a día de los resultados.

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Culto al cuerpo

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Lo vemos progresar, crecer, aumentar, agrandar, engordar, arrugar… El cuerpo nos delata, nos fija, como los círculos del tallo de un árbol, nuestra vida, no sólo la longitud, sino que nos da información de cómo ha sido. Una cicatriz, una vacuna, la señal de un accidente, un nombre pegado a la piel o un tatuaje… El cuerpo nos informa y delata nuestra forma de vida, externa pero también internamente.

Por nuestro cuerpo pasa todo lo que nos ha pasado e, incluso, tras la muerte, nuestro cuerpo sigue presente. Él nos acompaña durante toda nuestra vida, y él vive con nosotros cada momento, con callada presencia. Como los virus hacen para atacarlo, nuestras defensas aprenden a protegerlo, y podemos decir también que nunca lo acabamos de conocer del todo. Los hay que ponen el cuerpo al límite, y los hay que lo cuidan tanto, que tal vez exceden sus cuidados a cambio de volumen. La mayor´´ía de representaciones de fe o religiones (por no decir todas) confieren un carácter secundario al cuerpo, relegándolo a un estado previo del ser, previo a la eternidad de las almas. Pero a falta de concreción de esa idea y dada mi ausencia en ese tipo de expresiones de fe, lo que tenemos es el cuerpo al que solemos maltratar desde bien temprano, y cuidar tirando al final, justo cuando se arruga, se empequeñece y se vuelve más vulnerable.

Somos así de contradictorios. La llamada de la muerte, por muy lejana que sea (cuando se empiezan a morir coetáneos nuestros de forma regular), suele tener un efecto evangelizador sobre sus cuidados. El cuerpo, como todo lo material, parece que está destinado a la superficialidad. Pero, a todos, en nuestro fuero interno, nos gusta vernos reflejados en un sano y buen cuerpo. Por estética o por salud, pero así es. Los que lo cuidan mucho son vistos con recelo por los que lo hacen menos. Por superficiales. Los que no lo cuidan son excluidos por todos aquellos que se jactan de tener un cuerpo perfecto. Por vergüenza ajena. Por exceso y por defecto, el culto (o el no-culto) al cuerpo está entre nuestras principales preocupaciones. Y de nosotros depende cómo llegue al final.

Cuerpo al límite

Y digo esto porque una de las mejores maneras de tener un culto sano al cuerpo es intentar conocerlo, mucho más que tenerlo en un estado estéticamente perfecto (utopía). Saber cómo respira, qué le gusta, qué le disgusta, cómo se siente cómodo, qué no debes hacerle. Pasamos de obligarle a pasar una resaca tras una noche de borrachera a ponerlo a prueba tras una maratón, todo sin solución de continuidad. Queremos que responda a nuestros deseos y, sobre todo, que no nos ofrezca dolor a porciones, de tal manera que nos amargue la vida. Ayer me levanté después de una indisposición estomacal de 24 horas. El cuerpo me pedía calma, seguramente el malestar más que el cuerpo. Pero a mis 52 años, le he ido enseñando y me ha ido enseñando él a mi. Trato de seguirlo en todo. Al día siguiente, por la mañana, ya no fue así. Y si mi cabeza me pide calma y mi cuerpo me pide marcha, trato de seguirlo. El cuerpo, dice la leyenda popular, es muy sabio. Porque es más probable que mi cabeza esté más tiempo lúcida que mi cuerpo en lo que me queda de vida. Y así, entiendo que, si a mi cuerpo le enseño a minimizar los dolores tras un gran esfuerzo o un esfuerzo en medio de alguna incómoda molestia, tal vez lo ponga al límite, pero seguro que lo preparo a que, cuando lleguen las dolencias o las carencias propias de la edad o del desgaste a causa de esos excesos, éste pueda reaccionar mejor. Al menos, eso espero. No se trata de correr un maratón, ni de hacer pesas ni de acudir a yoga, ni de nada concreto… Se trata de reencontrarte con él y saber leerlo.

Hay quien lo hacer a través de la energía. Maravilloso. Yo intento canalizar ideas y pensamientos positivos, tanto cuando noto que flaquea o cuando lo noto excesivamente vigoroso. Diríamos que lo segundo, cual panel solar, es como si guardara energía para cuando lo necesite. Y así ha sido. Y poder vencer a mi cabeza, a la norma general de la dolencia que exige descanso y progresiva actividad, le he dado la vuelta. Y me ha hecho sentirme bien.

Mi amigo Joan sabe de esto y mucho. Su no-culto al cuerpo fue una constante en su vida. No es que no le gustara verse bien, sino que sabía que su cuerpo le aguantaba todos sus excesos, los de ocio y los laborales, y su carácter jovial y alegre hacía que nadie cayera en su cuerpo. Él lo tapaba con su forma de ser. Hasta que un día le empezó a fallar, y su chásis dejó de ir en consonancia a su manera de vivir. Pasó del disfrute al dolor, de la desidia al cuidado. Su cuerpo tocado, magullado, movido por dentro, le obligó a cambiar de tercio. Ahora, ya es´tá en paz con su nueva fachada. Su cita con el dolor sigue en pie. Pero su cabeza ha ido aprendiendo a que, desde entonces, su cuerpo manda… Su cabeza ha jugado un papel primordial y, tras muchos días de ojos tristes, le he vuelto ver sonreír, a mirar con cierto optimismo las adversidades que le sigue proporcionando su cuerpo. Y me alegra tanto como me enseña porque, cuando nuestro cuerpo pasa desapercibido, no nos damos cuenta de cuán importante es.

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Salir corriendo

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No os ha dado nunca las ganas de dejarlo todo y salir corriendo? Adónde? Sin rumbo. Da igual. Dejarlo todo. Salir, romper con todo y todos… Acabar con las rutinas, con las caras que ves a diario, incluso con todo lo que sabe a habitual. Sales de casa dispuesto a no volver, llegas al trabajo pensando que es el último día. Te ocupas de las cosas consciente de que nunca más las vas a realizar. O, al menos, durante una temporada. En tu cabeza el hartazgo. De una amistad corrompida, una relación tóxica, un trabajo rutinario, una vida previsible y aburrida. Seguro que alguna vez lo has pensado. Y, si no lo has hecho, muy probablemente has tenido pereza o incluso miedo de hacerlo.

Bofetada de realidad

Salir de la zona de confort, salir de tus hábitos de vida, cambiar de profesión (no de trabajo, sino de ocupación) ni es tan fácil ni es tan saludable como se piensa. Quien lo prueba y llega recibe el premio del reto, de la prueba, del famoso obamariano «Yes, we can». Quien fracasa se lleva la bofetada de realidad del que piensa que la vida es un sueño y los cambios un reportaje de aquellos de x por el Mundo. No hay una sola lectura de libro idéntica, ni una peli vista con los mismos ojos, ni revolución con unanimidad

Existen tantas realidades como entes vivos. Incluso algunos tienen varias realidades dentro de un mismo tiempo y muchas realidades en un proceso vital. Tratar de reducir la realidad a una única verdad es un ejercicio atrevido, suicida y absolutamente desvertebrador. Lo que te lleva a romper con todo y empezar de cero es, precisamente, la uniformidad. Imaginen un amor para toda la vida. Los que lo logran sin frustarse son héroes. Los demás somos humanos.

Como me decía mi amigo tico Harold: «de lo único que no se puede cambiar es de equipo de fútbol». Error. La fidelidad es un valor casposo. La lealtad a uno mismo es simplemente una quimera. El amor a unos colores es de lo poco que se mantiene imperturbable. Y, aunque tengo un respeto absoluto por aquellos que siguen llorando por una camiseta, no deja de ser curioso (y diría que triste) que lo más cercano a la imperturbabilidad sea algo tan liviano como el sentimiento grupal o el consentimiento conyugal. Aún así, mi admiración a quien consiguen hacer de eso su valor básico y, lo más importante, su gran proyecto para tener una vida feliz. Chapeau. Es la nueva contrarrevolución.

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Oportunidades… de cantera

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Hago una excepción, y desempolvo La Granotera. Y sólo lo hago por una razón: la cantera. Se pueden construir 20 ciudades deportivas, pero si no apuestas, serán ladrillos, no escuelas.

«Si no podemos inscribir a Morales, nos deberíamos ir todos», me dijo una persona del club cuando publiqué en la web de À punt que el Levante iba a tener problemas en inscribir a jugadores nuevos y con contratos renovados. Javier Tebas, el acuerdo CVC de LaLiga y la campana, salvaron (afortunadamente) a Quico Catalán y la DD del espectáculo. Sí, no eran los únicos, pero sí los nuestros, los de aquí. La renuncia de Laporta a Messi pocas horas antes, puso en alerta al resto. No va a haber excepción para nadie. Seguro que a muchos dirigentes de club españoles la camisa no les tocaba la piel ante la posibilidad que el acuerdo de la patronal con CVC no fuera adelante. El fútbol necesita dinero, escucháis de muchos presidentes de club. Desde que tengo uso de razón, ha pasado. Los clubes siempre se gastan más de lo que tienen, sean SAD o clubes. La inflación que vive este mundo del balón es tanto habilidad de los que manejan a los futbolistas como torpeza de los que mueven los hilos de los clubs.

La pandemia agrandó el agujero. Los derechos televisivos se convirtieron en el único ingreso para todos, y el fútbol se privó de la emoción, su razón de ser. Algunos (entre los que me incluyo) pensamos que, por fin, le iba a llegar la oportunidad a la cantera. No había más remedio. En tiempos de crisis, se mira abajo, no como apuesta sino como necesidad. Pero al menos se mira. Y en el caso del Levante, todavía más.

El proyecto de una Ciudad Deportiva en Nazaret hizo pensar que la apuesta iba a ser decidida. Y así fue, decidida pero parece que en el sentido gatopardiano y absolutista del término: que algo cambie (Bunyol por Nazaret) para que todo siga igual. O eso parece porque la cantera (entendida por Escuela) sigue siendo testimonial en un club en el que, por su estructura social y económica, debería ser estratégica, o al menos así lo entiendo yo. Y muchos, algunos de los que me han pedido que escriba sobre este tema.

Pepelu, un rotundo fracaso

«Nos encantaría que Pepe (por Pepelu) se quedara a jugar aquí», dijo Quico Catalán en aquella rueda de prensa que se organizó a toda prisa para salir al paso de las dudas que generaba la situación económica del club. Que, por cierto, es más puntual que estructural, pero aún así preocupante. La frase es del presidente, el máximo responsable de la entidad, el que ha de decidir la política económica, social y deportiva del club, el que ha de decir (si quiere apostar para la cantera como presume): hay 20 fichas del primer equipo, el resto del filial. Y el Paco López de turno (que por cierto no se cansa de pedir máximo 22 fichas cada verano) estará obligado a mirar abajo, Y si, como muchas veces se denuncia desde el propio club eso de que abajo no hay nada -cosa que suena más a excusa que realidad-, será su obligación la de buscar debajo de las piedras para mantener el proyecto y pedir responsabilidades por semejante despilfarro: inversión sin resultados. A mi entender, la única manera de controlar la inflación es evitar tener que pagar a precio de oro por futbolistas de otros lares que, en muchas ocasiones, no ofrecen mejor rendimiento que los nuestros, pero sí generan más plusvalías para los múltiples actores que, con total legitimidad, viven del fútbol. Pero no han de vivir necesariamente de los clubs, sino de los futbolistas.

«El del pasado invierno es el peor mercado que recuerdo en los quince años que llevo en este mundo, y el de este verano no va a ser mejor. Los clubes han perdido más de mil millones de euros por el camino con la pandemia», me aseguraba la principio del verano un representante de futbolistas de la capital. El Levante no podía inscribir a Morales, pero firmaba a Soldado (pagando su cláusula de libertad de medio millón de euros), sin saber tampoco si lo podría inscribir. Se habló de una ‘oportunidad de mercado’ (indiscutible su calidad), que se puede convertir en un nuevo afer Sergio León: contrato largo y ficha altísima. Si funciona, amortizas; si sale mal, una ruina y un colapso en la plantilla y las cuentas de varios años. Pero bueno, el riesgo, es cierto, siempre existe.

El caso Pepelu, un centrocampista de Dénia, de la terreta, internacional sub 21, que ha tenido dos buenos años en Portugal, en primera, y que ha pedido salir ante la absoluta falta de oportunidades, ha indignado al levantinismo. Pero a mí no me viene por sorpresa. Hace años que defiendo -aunque algunos dentro del club me lo nieguen- que en el Levante ni quieren, ni cuidan ni contemplan la cantera como el motor estratégico, ni de presente ni de futuro. Si así fuera, hace tiempo tendríamos al Olabe* de turno, que haga que el entrenador granota de turno tenga a sus órdenes gente de la Escuela (y no confundir escuela con filial, por favor).

El primer fin de semana de la liga, la Real Sociedad tenía unos 40 futbolistas de la casa jugando en categoría profesional, después del ascenso del Sanse a Liga Smartbank. Pero muchos de ellos, también jugaban con el primer equipo en el Camp Nou. Y en el Levante, nos tenemos que conformar con indignarnos por el hecho de que uno de los jugadores de mayor proyección de la escuela no haya tenido un sólo minuto en partido oficial con el primer el equipo. No que forme parte, sino que haya tenido la oportunidad. La comparación es tan insultante, que debería obligar al club a dar una explicación pública de por qué un futbolista al que cedes dos temporadas seguidas con notable rendimiento, pide salir. Ni oportunidad ni cariño.

En el Levante el consenso es difícil, la bunkerización del fútbol actual muy alejado del ciudadano, el hermetismo institucional, el estilo, la ambición, etc, son motivos de disputa y debate entre los granota y también de que cierta parte de la grada sienta cierta desafección, por desilusión. Es curioso que esa unanimidad que no ha generado un equipo que se ha codeado con los grandes, sí la permita un chaval de la escuela al que muchos no han visto nunca jugar, como faro de varias generaciones frustradas de futbolistas que han tenido que emigrar.

Si, como se desprende de algunos sectores, es por falta de calidad, se deberían pedir responsabilidades; si es por falta de atención, se deberían pedir disculpas. A pesar de todo, la última campaña del juvenil de Alesio Licci, puede considerarse un brote verde que ha generado ilusión. Pero este brote puede acabar marchito en la oscuridad del embudo del primer equipo con más de 30 fichas y una incapacidad para liberar espacio porque cada verano se buscan más las oportunidades del mercado que las oportunidades de la cantera.

Y en mis casa siempre me enseñaron que lo que hay que pagar, se tiene que devolver. Lo que inviertes (en cantera), queda para siempre y, con un poco de suerte, genera dividendos. Quico: cumple tu sueño y ponle remedio. Haz que «Pepe triunfe aquí». Y si no es Pepe, haz que ningún Pepelu más se vaya con la impotencia de no haber tenido ni una sola oportunidad.

De nada.

*Roberto Olabe es director deportivo de la Real Sociedad
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Fisterra, faro final

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Esto va de faros, de cubrir distancias entre los ocho faros más importantes de la Costa da Morte… De norte a sur, y por oden de paso: Sisargas (no se llega, pero se observa desde la salida de Malpica), Punta Nariga, Faro Roncudo, Laxe, Camariñas, Muxia, Touriñán i Fisterra, faro final… Punto de partida de los recuerdos, y punto de conexión de los caminantes, llamados trasnos entre los asistentes. Han sido 7 días intensos, de potenciar mis sentidos, mi resistencia, gestionar los silencios, los cansancios y las molestias… Días de comer sin hambre y beber sin sed, porque el sobreesfuerzo exige un aporte para que el desfallecimiento no te coja, porque no suele avisar. 8 días (7 en mi caso), 8 faros, y uno que se quedó delante nuestro en el inicio, en la reserva natural y de aves de las Islas Sisargas, que ya visité en la vez anterior que estuve en la Costa da Morte.

De izquierda a derecha, fotos de los faros por orden de paso. Punta Nariga (con Dani), Roncudo, Laxe, Camariñas, Muxia, Touriñán y Fisterra.

Empecé esta aventura sólo y en una voluntaria soledad, buscando mi umbral del silencio, y lo acabé con ese punto de euforia compartida que me ha acompañado todo el camino, 203 kilómetros, 8 etapas en 7 días. Inicié el camino en el turno del lunes, con el otro solitario del camiño, el polaco Marcin, que tenía la pausa y la paciencia para hacer fotos espectaculares, mientras otros siempre íbamos con la prisa del reto deportivo, casi haciendo fotos y videos sin parar. Cada uno tiene un carácter.

La doble etapa me hizo adelantar un turno, y encontrarme, primero con las chicas de Cantabria, las facebookianas de la ruta. Gran colección de fotos y siempre una sonrisa. A sus atardeceres rojos… El gran Serrat les cantaría aquello de mi Mediterráneo, porque su ritmo estaba a las antípodas del mío: veían anochecer en ruta. Genial. Cada uno hace su camiño, y el de cada uno es diferente.

Después, María José y el italiano Francesco (rebautizado como Patxi por las navarros), un ratito de la sexta etapa, y la última, disfrutando de su compañía. Son andadores veteranos y con experiencia. Yo, en cambio, era la primera gran ruta, y además siempre iba corriendo.

Y el último, el grupo de los navarros. Qué ritmo, regular y muy seguro. Andando me costaba seguirlos; corriendo, claro, no. Ha sido mi gran enseñanza. Me he encontrado cómodo corriendo, pero torpe y lento andando. Asignatura pendiente. Os dejo las fotos de algunos de los grupos del camiño, gracias a Fernando, que me las ha pasado.

Fisterra: quién dijo que esto se acaba?

Personalmente, la de Fisterrra ha sido la etapa más difícil, pero por las condiciones del tiempo. La intensa lluvia a partir de las antenas, hizo el final complicado, y más como fue mi caso, no llevaba el abrigo adecuado. El chubasquero no sirve, te cala. Al paso por Fisterra y con la lluvia y la niebla tapando el Faro, la última subida la dejé para el lunes que, afortunadamente, salió soleado y pude cazar la instantánea del séptimo faro alcanzado.

Y llegó el final de todo ésto, que genera endorfinas suficientes y buen rollo para emprender los más de mil kilómetros de vuelta a casa. La etapa entre Nemiña y Fisterra la inciamos en Lires. La marea podía hacer que, al atravesar la playa de Nemiña, la etapa ampliara de forma significativo el resultado final. Cultura taxista que aconsejó el traslado a la vecina Lires. Etapa dura, con llano, playa, senderos por acantilados… Especialmente pesado la travesía de la Praia do Rostro i la correspondiente subida a la Punta do Rostro. Playas, cabos, puntas y miradores es una constante del camiño, fiel a esos dientes de sierra que siempre teníamos que hacer en el mapa peninsular cuando, en el colegio, dibujábamos el mapa y teníamos que hacer esa gran cantidad de entrantes y salientes de la costa gallega, especialmente, la de la Morte.

Playas, cabos, puntas y miradores es una constante del camiño, fiel a esos dientes de sierra que siempre teníamos que hacer en el mapa peninsular cuando, en el colegio, dibujábamos el mapa y teníamos que hacer esa gran cantidad de entrantes y salientes de la costa gallega, especialmente, la de la Morte

Bahías y ensenadas tranquilas comparten paisaje con grandes acantilados de aguas bravas. Grandes y frondosos bosques, con vegetación de matorrales, helechos, cardos y otras especies punzantes, que te hacen estar muy atento al camino. Algunos caminos, con cerrada vegetación que, en algunos casos, crean un microclima cálido, con un calor que notas como sube desde la tierra.


La etapa de Fisterra te permite despedirte como empezaste en Malpica, con estrechos senderos lindando los acantilados por los que puedes ver las formas diferentes que causa la erosión del mar en las rocas, dibujando, por ejemplo, este saliente en forma de cocodrilo agazapado esperando salir a por su presa. La subida al Faro la realicé al día siguiente. El domingo, la cima está cubierta de una espesa niebla, que seguramente reducía la visibilidad de la estampa que sí tuve la fortuna de ver el lunes, con un sol radiante.

La experiencia del camiño no se olvida, y engancha. He tratado de contar mi experiencia más allá de lo que iba viendo. He tratado de contar lo que iba sintiendo en cada momento, compartir las sensaciones que tenían los amigos caminantes y, para todos ellos, y muchos con experiencias en grandes rutas y montañas, la Costa da Morte es una ruta diferente a todas, que la hace única y realmente encantadora.

Celebración y homenaje

Dejo para el final, lo que del principio ha sido mi mayor apoyo: Dani, gestor de Casa de Verdes, en la parroquia de Cundins, de Cabana de Bergantiños, y desde donde hace dos años, en mi primera visita a la Costa da Morte, empecé a dibujar este desafío. Y María, que ha tenido siempre palabras de apoyo. El octavo faro, no fue ni de piedra ni a la orilla del mar, fue degustar y compartir un buen chuletón de rubia gallega, en el Puerto Fisterra, donde Kiko, amigo personal de Dani, nos trató de maravilla.

Y, por último, la referencia inicial, el banco de los Picotiños, donde un día antes de iniciar la ruta, la altura me sirvió esta imagen de la Costa da Morte, que me puso a los piés el desafío.

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Los silencios del Camiño

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En la radio, un segundo de silencio, es una eternidad. En la televisión, un segundo sin imagen es una tragedia. Cuando nace tu primera hija/o, un segundo sin escucharle respirar es una alarma de pánico pegada a tu almohada En la Costa da Morte el silencio sólo lo rompe el mar y su oleaje, las gaviotas que encuentran en estas costas su hábitat natural, y los insectos, que te acompañan con sus seseo toda la etapa. Abejas, avispas y lagartijas es parte del paisaje. Sonidos de los pequeños anfibios, asustados por nuestra presencia, son las únicas voces que me han acompañado. Hoy, los navarros y María José y el italiano rebautizado Patxi.. han sido acompañantes esporádicos de mi etapa. Empiezo a superar el umbral de silencio que vine a encontrar. En Malpica, la ausencia de ruido era una necesidad. Camino de la surfera playa de Nemiña , era más consciente del silencio voluntario de este viaje. Me siento más yo…  y en Nemiña, entre risas y cervezas, el silencio dejó  paso al  magnífico ruido tabernero. Objetivo cumplido. Cuando dejan de molestar el ruido y las palabras,  te das cuenta que el mundo no ha dejado de rodar sobre sí mismo. Yo, sí.

Praia de Nemiñ desde Talón

Nemiña, hermanada con Niñons

La séptima etapa es la más dura, sin duda. Rivaliza con Niñons-Ponteceso, pero no tiene en cuenta que, para los caminantes que se alinean con la Costa da Morte en ocho días seguidos, llegar a Nemiña es mucho más duro que hacerlo a Ponteceso. Las dos tienen un final con déficit de peñascos y exceso de asfalto. Pero las dos son etapones con el sello del Camiño dos Faros. Un sube-baja casi habitual, y la bravura del mar y los peñascos como imagen continua, como el atrezzo teatral de una obra marina.

Descubres al pescador de pulpos, al percebeiro, la embarcación de recreo, el collage que forman las manchas de espuma encalladas en calas de bella vista y difícil acceso. Camino de Nemiña, cuesta olvidar Muxia. La ves próxima al salir, esbelta al subir el primer peñasco (dos exigentes subidas de inicio) y siempre presente, con el Faro del Cabo Vilán como testigo de nuestra mirada. Es el momento mágico del camiño, cuando la vista llega a dislumbrar tres faros. Muxia, Touriñan y Vilán.

El Camiño llega a su fin. Espera Fisterra, poniendo cara al fin del mundo. Aquí coinciden santiaguistas y faristas. Muchos de los que llegan al camiño, lo han hecho después de conocer el institucional camino apostólico. Otros, lo hemos descubierto por sorpresa. Si te acercas a la Costa da Morte, te enamoras de ella, y dejas un trozo de ti en sus acantilados. Y por eso, siempre tienes en mente volver. Mañana, al fin del mundo.

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Vilán, el faro eterno

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El Faro Vilán es capaz de alumbrar a una distancia de 55 kilómétros, distancia que guía en las embarcaciones que luchan contra la fuerza del mar en la Costa da Morte. El Faro del Cabo Vilán, para los caminantes del camiño, tiene un efecto debastador: se vé desde mucho antes que la etapa acabe (una vez superado el Monte Blanco), y se sigue viendo más de dos horas después, ya acercándote a Camariñas. Igual que Muxia, que se ve más cerca en el trayecto de Vilán a la ciudad, que cuando emprendes la etapa al día siguiente, que se esconde en un trayecto largo, larguísimo, a veces parece como si se quisiera hacer deliberadamente más largo, lo que desluce la belleza de una etapa cuyos senderos, en su mayoría llanos, te permiten caminar protegido, ensimismado, fresco y ¡ojo!, al lado del mar, en este caso, la tranquila bahía que baña Laxe, Ponte da Porto i Muxia, entre otros… Dos etapas y un destino: Fisterra, a esta parte del mundo.

El Faro Vilán, un referente visual en la etapa

Dos maratones, en dos días…

El etapón pasó. Cuando este post salga a la luz, ya habré completado la sexta etapa, la más larga, entre Camariñas y Muxia -aunque mi GPS marcara más distania en la sexta etapa que la suma de la cuatro y la cinco, pero en fin. La etapa reina ha sido la que realicé entre Laxe y Camarillas, pasando por Arou. Era la etapa, mi etapa, y resultó dura pero muy gratificante superarla. De los 42km, unos 35 corriendo, mi mayor distancia a pié. Y eso es lo que me ha motivado todo el trayecto. Una etapa, ara mi, dividida en tres partes:

Laxe-Arou es una pasada recorrerla. Corta y bonita. Las sendas te invitan a correr. Sólo el paseo de Camelle me dió pereza: por asfalto no corrí. 

De Arou hasta el Monte Blanco (que no se sube por motivos medioambientales y de conservación), una continuidad. Tras el monte, las dunas, las playas. Evité correr para no cargar las piernas, pero aún así, las piernas se cogían al suelo. La distancia y el terreno llevaron a pequeñas molestias, que quedaron resueltas con un antiinflamatorio.

El último tramo hasta Camariñas, viene marcado por el devastador efecto psicológico de ver el Faro  Vilán a falta de más de dos horas para el final. La llegada a Camariñas se hace esperar, y aparece de la nada, por sorpresa, como pasó con Muxia, y también recuerdo parecido en Ponteceso

.

Un día en el que poco se podía hacer más allá de estar concentrado en las marcas del terreno -por cierto, con diferencia las dos etapas mejor señalizadas- Controlar las piernas y los piés, concentrarse en las pequeñas molestias, mirar de reojo el paisaje y, de vez en cuando, pararse y comprobar que no estás en la luna, en el medio del rodaje de una película de ciencia ficción o simplemente detenerse, relajar piernas y respiración y disfrutar de los millones de miradores que te ofrece la ruta.

Muxia o el arte de llanear

La bici es mi sitio, mi zona de confort deportiva, y por este camiño significa un doble reto. Ver los límites de mi cuerpo en un ecosistema que no es el mío, y asimilar esfuerzos diarios poniendo exigencias, como el etapón. El trayecto a Muxia es una oda al llaneo, al ritmo constante y a la larga tirada. Y así lo tomé y lo disfruté, aunque se me hizo largo. Los senderos de frondosa vegetación siempre bordeando la bahía de aguas calmas, la final lluvia que cayó primera hora y la eleva natural de un entorno con la mente puesta en la inalcanzable Muxia, convierten a la sexta en una etapa única, lejos del acantilado feroz, y envuelta en un aspecto más fluvial, similar a los tramos del camiño que bordean el Anllóns. Mañana, penúltima etapa, con final en Nemiña. Pero eso será ya cosa del post final.

Imagen del Puerto de Camariñas, aguas calmas tras una suave llovizna

La magia del camiño

Son pocos los pensamientos que me están viniendo en esta aventura. Sí estoy comprobando que, más allá del camiño, la sensación que tengo es la de regresar nuevo y con nuevos retos, que iremos contando… Abrumado con la aceptación de los post sobre la Costa da Morte y O Camiño dos Faros, sólo me queda la gratitud. Que las aguas bravas del Atlántico remuevan los pilares que han movido mis pasos hasta la fecha es una coincidencia que me encanta. Porque, falto de creencias de fe, sí me inclino por aquello de que las cosas  pasan por algo siempre, y que las casualidades no sólo existen sino que además suelen traer, cual regalo de Navidad, nuevos presentes. Que el Camiño os repare a todos. Y, en todo caso, que desnude vuestra tensión. Las paradisiacas playas de la Costa da Morte atraen nudistas, campistas asilvestrados, surfistas, gente que elude las multitudes y que huye, por fortuna, de los paseos marítimos de hormigón. Una delicia.

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